Desde aquellos días en que Pascal calculaba la existencia de Dios, pocos hombres se han enfrentado a un dilema tan arduo como el que hoy atormenta la psique (sirique) de Alito Moreno.
Bestiómetro comparte contexto: Alito decidió que la fórmula del PRI al senado sea Chistian Yadiro-Pablo Angulo, el sobrino amado y el tierno amigo.
No le inquieta al Supremo Idiota el resultado electoral porque la derrota está asegurada, lo sabemos: de los candidotes, uno es un cartucho quemado y el otro un cartucho que a nadie le importa si se quema o no; pero, caraxo, es en la certeza de la derrota donde radica el apuro que agrieta el rostro de Alito y causa esas filtraciones de tóxina botulínica.
El dilema es este: una vez masacrados en las votaciones, a quién de los dos suspirantes enviará al senado por la vía de la primera minoría: al que lleva su misma sangre o al otro, a ese con el que comparte el vodka de tamarindo a la luz de las velas; debe ser el sobrino que ha construido a su imagen y semejanza el elegido o, tripulado por el corazón, Alito preferirá la ambrosía salpicada de te quieros.
Sea cual sea la determinación, el final es uno y es implacable: Alito acabará con el alma desgarrada por los amores contrariados.
Besitos senatoriales.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.