Jamile Moguel se lanzó desde la tercera cuerda contra el ayuntamiento de Bibi por el desastre del transporte urbano, y tiene razón:
El servicio es una porquería.
Los camiones son lo más cercano que existe a una clínica del IMSS en tiempos de la 4T, y los choferes son réplicas exactas de Noroña.
Además, me da gusto que Jamile honre su papel como opositora criticando ferozmente lo que falla y proponiendo soluciones inteligentes, que ayuden al votante a abrir los ojos y a castigar a los malos gobiernos.
Ahora bien: con ganas de aplicar la mala leche del tal Bestiómetro en rastrear algún pecadillo en la denuncia, debo decir que Jamile tal vez cometió un error, uno sólo, que conste:
Hace año y medio el gobierno estatal arrebató a la Bibicienta el control del Transporte Urbano Municipal (TUM) y desde entonces todo lo controla el Jaguar.
De todas formas, agradecemos a Jamile la denuncia y, no se crean, también entendemos el trasfondo del supuesto error:
Si Layda, intoxicada de Marcela, ha desafiado al pueblo campechano y en consecuencia ha decretado la derrota de la Moguel, por lo menos ésta le ha puesto una banderilla en lo más alto del morrillo (sintético):
Los campechanos saben ahora, con toda certeza, que las penurias diarias que padecen en el transporte público son responsabilidad de Layda, Laydo, Layde.
Besitos que se disparan al pie,
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.