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Descontrol de daños

Hasta ayer lunes me enteré del fraticidio que se armó durante la despedida de Renato de la Fiscalía: puñetazos, gritos, carritos chocones, balazos al aire, etcétera, y la verdad es que no le presté mucha atención.

Me pareció un rumor armado por los laydos para castigar a Sales por haber filtrado que renunció porque Layda quería que lanzara la Fiscalía contra los policías disidentes, y él se negó.

Lo percibí como la venganza jaguara contra quien consideran traidor a la causa, y una venganza mal armada, además, porque quién en su sano juicio creería que Bismarck pretendió golpear a un hombre.

Más tarde, en el chat de Fifilandia, supe que el drama ocurrió el jueves por la noche o en la madrugada del viernes, demasiado tiempo transcurrido para la volatilidad de las redes sociales, por lo que asumí que el chisme iba de salida;

…y además, por el alcance marginal de las publicaciones sobre el tema, la cantidad de versiones que surgieron, unas más disparatadas que otras, y las pocas certezas aportadas, me pareció que Renato y Bismarck brincarían el escándalo sin problema: bastaba confiar en la bondad del silencio.

Veréis que son tan torpes que harán lo contrario, respondió Ronny: volverán grupas a la sensatez y de una u otra forma confirmarán la historia.

Y vos veréis que saldrán avante callando sus pecados, y entonces vuestra palabra será ceniza y vuestro hocico, chicharrón, respondí.

(Ustedes disculparán pero así nos escribimos en el chat.)

Hoy, apenas abrí mis ojitos, encontré la burla de los fifilandios: Renato y Bismarck fueron a desayunar con Tomás Zapata, o a curarse la cruda, o a restañar las heridas, pal caso lo mismo.

Que quien ya no es fiscal y el otro, que ya no es director del Itescham, participen en un desayuno de emergencia con el vocero del régimen para demostrar buena onda, vibrar alto, hacerse el amor y fingir los orgasmos fue, como control de daños, una burrada.

Era mejor no hacer nada. El silencio no es tiempo perdido, caraxo. Pero eligieron la peor estrategia posible y, como dice una máxima del Derecho, a desayuno de parte, relevo de pruebas.

Fue mi palabra mía de mí la que se hizo ceniza y mi hocico, castacán.

Maldita sea: siempre tropiezo con la misma piedra, con esa terquedad de creer que los funcionarios cuatreros conservan todavía cierto instinto de conservación, el suficiente para no empinarse solos. Pero no.

Soy un caso perdido.

Besitos que chocan y vuelven a chocar,

Tantán.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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