Como si hubiese sido la batalla de las Termópilas, Trump volvió a contar cómo obligó al presidente Obrador a enviar 20 mil efectivos de la Guardia Nacional hacia la frontera sur a maderear migrantes.
En realidad, no hay nada heroico en lo que hizo el anaranjado:
Simplemente amagó con imponer aranceles a los carros fabricados en México y así consiguió que un presidente cobarde como Amlo, que además le teme especialmente, ordenara a Ebrard que con la diplomacia en la mano y las protuberancias posteriores a la intemperie, ofreciera en nombre del cangrejo de Tepetitán y de todos los mexicanos una rendición sin gloria.
Y después de contar las intimidades de esa negociación, Trump enlazó su discurso con un difuso personaje de bajo IQ que negocia contra China, Rusia y Macrón, y que en la versión editada del video puede originar desconcierto.
Claudia y Ebrard respondieron el mismo sábado por la tarde:
Marcelo se puso el saco del idiota descrito por el gringo y sacó el pecho, ensayó una mirada desafiante y con la valentía que se nutre de los miles de kilómetros de distancia entre él y Trump, dijo que el anaranjado no lo intimida.
Claudia Shuitbaum, por su parte, lamentó el lenguaje soez del norteamericano y ante la acusación de bajo IQ señaló que Ebrard es uno de los mejores servidores públicos de México, será un extraordinario secretario de Economía, y remató con el rollo cansino del México libre y soberano.
Sin embargo, en la versión sin editar del video queda claro que Trump no se refería a Ebrard sino a su enemigo mortal, Biden.
La confusión confirma los estragos que causa Trump entre nuestra fauna política. Al final de este episodio, resultó que los lamentos soberanos de Shitbaum y la indómita bravura de Ebrard no fueron otra cosa que una lastimosa equivocación.
Besitos que sacan el pecho para jurar que no le temen a las inyecciones,
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.