¿Es usted adversario de Layda Sansores? Cuídese, por favor, que para ella es peor ser su opositor que ser un homicida.
Como diría Orwell: en la granja de Sansores todos los campechanos somos iguales, pero hay campechanos que son más iguales que otros. Miren:

-0-
Hace dos años, una diputada pintarrajeó las paredes del edificio del PRI con el beneplácito de la doña que marina su cabello en achiote La Anita.
A la dipuvándala no le aplicaron la ley; muy al contrario, la premiaron entregándole la delegación del Bienestar, la gallina de los huevos de fentanilo.
Pero hace unos días unos jóvenes priistas fueron a hacer lo mismo que la diputada arrebalera Liz Hernández, a pintarrajear el mismo edificio con consignas contra lo que queda de Alito detrás de esa máscara veneciana que tiene por cara, y el desenlace fue distinto.
A los muchachos les aplicaron todo el peso de la ley que en esta ocasión pesaba lo que la mugre que carga encima Noroña.
Dos pesas y dos medidas.
-0-

A principios de este gobierno, un empleado del Tren Maya mamó más marrapache de lo aconsejable, condujo su coche por la avenida Universidad y el desenlace fue dramático: después de untarse contra varios vehículos estacionados le pasó encima a una familia que cruzaba por el paso peatonal.
Mató a un hombre y a su cuñada embarazada y lesionó de gravedad a una niña.
El empleado de la Procuraduría Agraria huyó y la Fiscalía, en un admirable despliegue de sus habilidades, hizo todo lo que estaba a su alcance para no encontrarlo.
Cuando el tipo apareció fue con sus abogados y, a pesar de la matanza que protagonizó, a pesar de agravantes como que tenía un poco de sangre en el torrente alcohólico, lleva su caso en libertad y la fianza fue de 200 mil miserables pesos.

-0-

Hace algunos días otro empleado, este del gobierno estatal, una de las basuras que trajo Marcela Muñoz, se mamó y atropelló a una pareja de jóvenes campechanos. Los mató. Después huyó.
En las primeras horas nos contaron que el homicida estaba localizado, que se había ido a Yucatán pero era cosa de segundos para que lo atraparan y la Fiscalía campechana se hiciera con él.
Ha pasado ya el tiempo suficiente para confirmar que otra vez nos mintieron, que el asesino permanecerá impune y que las familias de los jóvenes no tendrán justicia: la historia de siempre.
Ah, pero la cúpula de Moci, los aliados del karateca neurótico, son perseguidos con toda la saña de la que es capaz la 4T, que para doña Layda es peor ser mocista que asesinar inocentes.

-0-

Y ya que salió a colación el karateca frenético, les cuento: de todas las carpetas que le abrió Renato sólo una puede llegar lejos.
Eliseo cometió un error monumental al dar en comodato al ayuntamiento, que él presidía, un edificio cuya propiedad comparte con su mamá y su hermana, y usar dinero público para remodelarlo.
Cierto, instaló ahí un consultorio médico y una farmacia, pero de buenas intenciones está empedrado el camino a los juzgados.
Esa torpeza, que en dinero contante y sonante asciende a unos 600 mil pesos, es la que sepultó su vida política; por lo pronto, no pudo entrar al senado.
Ah, pero Layda es inmune a los delitos que despedazaron la carrera del artemarcialista psicópata.
Desde hace años ella renta al gobierno el edificio frente al Jardín Botánico de la capital, donde estaba el Instituto para la Educación de los Adultos; ya con Layda gobernando (es un decir), ese edificio fue reconstruido por dentro y por fuera, y Layda siguió cobrando.
Tal como lo oyen, Layda alquila su edificio suyo de ella a sí misma. Pero esto no es lo más grave.
Además, según Transparencia, Layda le rentó a su gobierno la mansión que habita en Lomas del Pedregal en la Ciudad de México, o por lo menos la rentó durante los últimos meses del 2021. Qué ovarios tan azules.
Con esa colota de pecados colgando de su parte posterior postiza mientras señala pajas en ojos ajenos, Layda demostró el porqué es la definición enciclopédica del cinismo.

-0-

El único cambio que deseábamos era que quienes llegaran al poder hicieran lo que ningún gobierno anterior había hecho: respetar la ley, insuflarle al quehacer público un poco de decencia y honestidad.
Pero lo que obtuvimos fue todo lo que odiábamos multiplicado por diez y, como si eso no fuera suficiente, además tenemos que tragarnos la desfachatez con que afirman no ser iguales.
Como en los cuentos de hadas, besamos a la princesa de la transformación y la princesa se convirtió en Layda.

Besitos que no se alquilan,

Tantán.