La ofensiva de Televisa contra Layda tuvo que haber tenido el permiso de Amlo y Adán Augusto, y tuvo que ser así porque esa empresa de comunicaciones es la que más dinero recibe de la 4T, y por tanto no se manda sola.
Para ser precisos, a Emilito Azcárraga le va con este gobierno tan bien como le iba con los “corructos” del prian, así que no fue casualidad que le prestara el Estadio Azteca a Obrador para su cierre de campaña en 2018 y tampoco que el desabasto de medicamentos, los sobres de Pío y Martinazo, el desbordamiento de sangre no tengan cabida en su canal.
Para ser exactos, digamos que en esa televisora, tan odiada en otros tiempos por esa cosa que se hace llamar “izquierda”, hoy sólo truena la tlayuda presidencial.
Con esos antecedentes, vale la pena preguntarnos el porqué ni Presidencia ni la Secretaría de Gobernación metieron las manos para aquietar la furia de los televisos contra la Salomé del Trópico.
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Layda era Claudia, tanto que se enfrentó a Adán Augusto y en alguna ocasión hasta le boicoteó una gira de trabajo-campaña en Campeche con la vulgaridad que le es habitual. Y la corcholata tabasqueña, que muy probablemente gane la candidatura de Morena mediante una encuesta en la que sólo valdrá la opinión de Obrador, tomó nota de los agravios.
La mala cabeza de Layda unió al secretario de Gobernación con tantos otros a los que ha insultado desde su única actividad gubernamental, el Martes del Jaguar.
Y esa unión de agraviados decidió empezar el lunes pasado la aniquilación de un gobierno que de por sí se encontraba en condición agónica, tanto por la ignorancia administrativa y los muy pobres horizontes de la señora, como por la ineptitud y la inmensa corrupción de los foráneos y de los priistas con los que Layda infectó su régimen.
Para ponernos en sintonía con las fijaciones zoológicas del sexenio, los televisos y Adán salieron a cazar al jaguar que, además de estar en vías de extinción, tiene tendencias suicidas.
Y nuestra felina sintética resintió el golpe.
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El sábado pasado, Layda aprovechó la visita de Amlo y del dictador cubano a Campeche para acercarse, mansa y dispuesta, a Adán Augusto. Atrás quedaron los tiempos del regaño a Pozos por atreverse a saludarlo en una de las ocasiones en que pasó por aquí a darse baños de pueblo.
Ahora ella misma pide foto, foto, foto a Adán y las publica, una Eva suplicando el perdón del poder de verdad, ese que en una sola semana le acomodó varios videos nucleares y denuncias penales como una primera medida para imponerle fronteras a su impertinencia.
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Layda era Claudia pero ahora, por fin, la pusieron a gusto.
Veremos entonces cómo el Martes irá languideciendo, cómo se detendrá el flujo de recursos hacia la campaña de la Shitbaum para redirigirlos a un nuevo destino que, por supuesto, no será Campeche; y, claro, Alito y su inacabable podredumbre seguirá presente en el programa, porque con algo hay que entretener al pueblo bueno en tanto Layda se larga en 2024, pero será la podredumbre que no salpica a quienes la tienen en la mira.
A doña Jaguara le pasó encima un tren con múltiples pasajeros: la furia de Adán Augusto, la necesidad política de Amlo, al que le urge ir cuadrando la sucesión, y el rencor de los grandes empresarios mediáticos que no están dispuestos a que una búfala de colonia les escupa los tobillos. Fue su castigo por meterse en la boca más de lo que podía masticar.
Como en aquella fábula de Esopo que cita el Quijote a Sancho, a nuestra Layda le pasó lo que a la rana que se hinchó queriendo ser buey, y reventó.
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Raúl: dueño de una trayectoria política de más de 40 años o, para decirlo con propiedad, 40 años reptando en busca de cargos y dinero sin importar los sacrificios de la dignidad; Pozos, que en la época de Purux se soñó gobernador y líder de muchedumbres, le facilitaron todo para serlo y terminó humillado por Alito, más canalla que él; Lanz, que renunció al priismo que le dio todo y se fue con Layda albergando un anhelo más humilde pero más acorde con su naturaleza: ser gobernador, caraxo, aunque sea como sustituto. Un gobernador de segunda mano.
Todo aquel Pozos quedó sepultado el lunes bajo 30 segundos de video. Su carrera murió de la muerte que merecía la grisura endémica y la persistente torpeza del personaje: como el daño colateral insípido, inodoro e incoloro de una tragedia provocada por los disparates Layda, la mujer a la que alguna vez Raúl y todos los priistas definieron con magnífica precisión: “Una pinche loca”.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.