Ahora que la violencia contra la mujer se ha convertido en tema recurrente, les tenemos un caso local que ilustra con puntos y comas el burocratismo y la indiferencia institucional, elementos fundamentales en la tragedia cotidiana que viven las mujeres de este país y que la semana pasada explotó en una manifestación histórica.
Nos reportan que un regidor del municipio de Campeche fue denunciado hace algún tiempo por acoso y violación ante el Centro de Justicia para la Mujer. Nada ha sucedido. No sólo eso, la víctima sigue siendo molestada e incluso ha sido amenazada de muerte por su perseguidor sin recibir protección de la institución que debería ser su principal apoyo.
De enero a junio de este año, se han abierto 23 mil 326 carpetas de investigación en el país, 129 diarias en promedio, por delitos como feminicidios, hostigamiento sexual, abuso sexual, violación simple, violación equiparada y acoso sexual.
La cantidad de denuncias es pasmosa, sí, pero el dato siguiente es todavía peor: según INEGI, el 88 por ciento de las víctimas no solicitan apoyo de instituciones ni denuncian ante la autoridad, entre otras razones, porque el sistema de justicia (con minúsculas) las desalienta y revictimiza.
El caso del regidor campechano encaja en el modelo anterior. Denunciado y todo, continúa hostigando a su víctima y ésta, que acudió a donde debía buscando justicia, ya no sólo carga con el asedio de uno sino también con la burla burocrática centrada en un número de expediente que a nadie importa.
Sí, claro, luego veremos a las buenas conciencias deshacerse en ataques a las “feminazis” que rompen vidrios y pintarrajean monumentos, sin saber, o ignorando a propósito, las monstruosidades que se esconden bajo la superficie.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.