Alito no se irá del PRI

Alito no se irá de la dirigencia PRI. Por lo menos no por su propia voluntad.

Y no, ni crean que su terquedad se debe a la lealtad hacia su partido, el mismo que traicionó varias veces cuando era cargamaletas de Juan Camilo Mouriño y que hoy, con él en la dirigencia, está condenado a la desaparición; y no, el anclaje tampoco obedece a la preocupación por la salud de la patria como afirman los comunicados del tricolor, patria a la que ha saqueado sin rubor ni medida.

La razón para no largarse es mucho muy simple: Alito no se irá del PRI porque necesita las siglas de ese santuario jurásico para defenderse.

Ante los audios presentados por la Salomé del Trópico y gobernadora intermitente de Campeche, Layda Sansores, la respuesta de Alejandro ha sido la victimización. Según él, es el objeto de una persecución del gobierno para dañar la alianza PRIANRDLGBT que encabeza y que es la última frontera, dice, antes de la instauración de un gobierno tiránico, como el que él impuso en Campeche.

Pero esa estrategia de defensa sólo funciona si sigue tripulando al dinosaurio agónico. Sin cargo, Moreno no sería otra cosa que un delincuente del fuero federal, otro espécimen del Nuevo PRI de Peña Nieto enfrentado a las monstruosidades que cometió y sin la red de protección tejida desde la complicidad.

Pero usar las siglas como escudo no es la única razón para culiatornillarse en la silla directiva, hay otra. Mantenerse ahí lo coloca en posición para negociar el sacrifico de Coahuila o Edomex, y lo haría con gusto con tal de ganar la salvación propia y regresar al manto protector de Amlo donde se cobijaba hasta hace poco.

Es por eso que Alito no dejará el PRI por su propia voluntad, siente que todavía puede usar al partido para superar esta tormenta y permanecer enquistado en la ubre presupuestal libre del pecado de ganarse la vida honradamente, hábito de perdedores que no se ajusta a la idea que tiene de sí mismo: la de un triunfador que no se doblega ni ante su triste realidad: el PRI bajo su tutela lo ha perdido todo incluyendo su estado, Campeche, donde el candidato fue su propio sobrino.

En tanto, Amlo debe estar celebrando con un plato repleto de tlayudas. El que dijo que lo iba a educar es ya una piltrafa política, y lo que falta porque Obrador la lleva ganada.

Si Alito se va, bien. Sirve de advertencia sobre cómo se arreglan las disidencias en tiempos de la 4T. Sépanlo: cuando Amlo candidato se quejaba del espionaje y de las canalladas del sistema no lo hacía con ánimo de denunciar y corregir, lo hacía desde la envidia.

Y si Alito se queda, qué maravilla. Moreno Cárdenas tiene un lugar de honor entre lo más avieso de nuestra clase política, de Kamel Nacif y el gober Precioso a García Luna, y por tanto la alianza será destrozada desde dentro por la radioactividad letal del priista. Si Marko Cortés y el ñor del sol azteca se empeñan en continuar expuestos a esta especie de Chernobyl con botox, mejor para la 4T.

Y puede que la suerte de Amlo no acabe ahí. Desesperado como está, Alito puede hacer cualquier cosa y no, no abarato el significado de la frase: estoy hablando del tipo que involucró a su propia madre en sus raterías. Así que en una de esas a Amlo le cae en el regazo la rendición anticipada de Coahuila y Edomex, todo el paquete, a precio de miércoles de verduras en Chedraui y cortesía de un dirigente político en desgracia necesitado de impunidad.

Las señales apuntan a que a Amlo le tocará enterrar en definitiva al tricolor aunque esas no son necesariamente buenas noticias: todo indica que lo sustituirá con otro animal antediluviano, su Morena, en el que toda coincidencia con el PRI es puro parecido. Pero esa es otra discusión. Lo interesante es que, según lo visto hasta ahora, para ese entierro tan anhelado por generaciones de mexicanos López Obrador contará con el entusiasmo nutrido con alcaloides del propio dirigente priista, Alito Moreno.

Besitos.

Tantán.