En diciembre de 2017 asistí a una fiesta del reencuentro entre champotoneros, esas celebraciones que se organizan vía Whatsapp y cuya finalidad es comprobar si los demás están más jodidos que uno. Estuvimos reunidos por primera vez en años los que en otro tiempo estábamos reunidos siempre, y por alguna razón también llegó Raúl Pozos. Hubo música de Pandora y Flans, el equivalente generacional de Los Panchos y Los Tres Diamantes; alguien llevó un karaoke que cumplió con su cometido: acabó de inmediato con el evento, y lo único que quedó fueron las fotos compartidas en Facebook.
Al día siguiente, los asistentes al reencuentro que formaban parte del pri o del grupo del exalcalde Arjona fueron llamados a cuentas en Campeche. Les mostraron las imágenes de los posts, los interrogaron sobre qué hacían en esa fiesta donde también estaba Pozos y les recordaron que por ningún motivo debían acercarse a los puruxistas, enemigos del régimen del mayAlito.
El capítulo anterior es el más ridículo de lo que fue una persecución infame contra todo lo que apestara a Purux Ortega Bernés, persecución que inició desde el primer minuto del mandato de Moreno Cárdenas y fue la razón de despidos injustificados y humillaciones flagrantes a cientos de trabajadores cuyo único pecado fue haber colaborado con el gobierno anterior.
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El viernes pasado una foto circuló profusamente por las redes sociales: Alito y Purux Ortega dándose la mano en santa armonía con motivo del nombramiento del segundo como consejero nacional del pri, cargo concedido por el primero.
En este pueblo de memoria corta hubo quien se sorprendió. Olvidaron que meses atrás la hija de Purux Ortega fue ungida como representante del gobierno de Campeche en la CDMX por el propio Moreno Cárdenas, y a cambio Purux se transformó en su incondicional y adornó con sus frondosas carnes algunos eventos de la campaña interna de Alito.
Esa foto anuncia una nueva alianza, para eso fue publicada. Atrás quedaron los desencuentros entre estos dos (hasta nuevo aviso), y atrás quedaron también lo damnificados, los arruinados por el desempleo, los humillados por la sevicia de un enfermo mental con poder y los leales a la causa de Fernando, incluyendo los encarcelados, que a partir del viernes quedaron en el limbo: para un político profesional esas víctimas no tienen cabida ni en la memoria ni en la conciencia.
Me encantaría que esto sirva para que aquellos que se destrozan en defensa de su político preferido entiendan que en ese juego sólo funcionan como peones idiotas y sacrificables; que allá arriba las enemistades son volátiles como las alianzas, sujetas a cambios sin previo aviso, y que los que hoy son adversarios a muerte mañana se jurarán amor eterno mientras que aquí abajo, entre la perrada, quedarán rencores que permanecerán vivos durante generaciones.
Pero me alargué demasiado, queda pendiente para mañana el nuevo papel de Layda con la alianza entre Alito y Purux, y el caso Eliseo que es para un tratado de psiquiatría. Nos vemos.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
