Doña Layda Sansores lo ha sido de todo y sin medida. Senadora por el PRI en tiempos de Zedillo (1994-2000), en 1996 dejó el partido que hizo multimillonario a su papá (un cacique legendario) y de paso a ella cuando el presidente quiso a Carlos Sales Gutiérrez como gobernador de Campeche, y se fue al PRD como la heroína del cambio. El peso del cacicazgo Sansores todavía era fuerte, así que la traición obligó a Zedillo a bajar a don Carlos para imponer a Antonio González Curi, que podía dar la pelea.
Layda perdió ante Curi en unas elecciones de estado, amañadas, lodosas, que quedaron grabadas en la memoria colectiva como un inmenso fraude.
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En el 2000, todavía en el PRD, la doña hizo campaña por Vicente Fox, con quien se paseó por todos los rincones de Campeche. Para justificar la barbaridad de que una luchadora de izquierda respaldara a un vaquero de derecha, mocho y oligofrénico, el argumento de Layda fue que lo importante era el voto útil para sacar al PRI de Los Pinos.
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2003 encontró a la Sansores en las filas de Convergencia, otra vez como candidata a la grande. No prometía mucho el intento: todas las encuestas la ubicaban en un lejano tercer lugar mientras que los candidatos del PRI, un empleado de los González Curi llamado Jorge Carlos Hurtado y el panista Juan Carlos del Río, empresario carmelita, se peleaban el triunfo.
Hasta casa de Layda llegó Felipe Calderón para convencerla de unirse a la causa de Del Río en nombre del voto útil y expulsar al PRI del poder. ¿El voto qué?, preguntó la Salomé del Trópico.
El PRI ganó esas elecciones por apenas cuatro mil votos de diferencia sobre el PAN; Layda obtuvo más de 30 mil.
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En 2009 no fue candidata. ¿Para qué si su amigo Fernando Ortega era el ungido del PRI? Ordenó a su equipo lidereado por su Cuasimodo, Aníbal Ostoa, y la presidenta de su mitin portátil, Margarita Duarte, sumarse a la campaña de Ortega, que ganó con una votación histórica.
Durante ese sexenio, Layda fue diputada federal y encarnó el papel de luchadora social, y mentó madres contra las privatizaciones, y fue la guerrera libertaria, pero llegaba a Campeche y ponía la rebeldía y la lengua en reposo. Ni ella ni su corte reclamaron nunca el saqueo bestial de Fernando Ortega.
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2015: Layda candidata again, por Morena. Cumplió el requisito de la campaña de forma muy curiosa: fue al debate entre aspirantes y en su intervención inicial dijo que Alito Moreno quería venderle la plaza al narco, y de inmediato se largó. En las semanas siguientes se presentó con su mitin portátil en algunas dependencias para sacarle tarjeta roja a funcionarios corruptos, ninguno de ellos Fernando Ortega o su mozo de estoques, el secretario de Gobierno Roberto Sarmiento, líderes del cártel priista que acabó con todo.
Las encuestas la ubicaban en un remoto tercer lugar pero volvió a negarse a una alianza con Jorge Rosiñol, el abanderado panista. Al final, Alito Moreno logró 148 mil votos, Rosiñol 114 mil y la Sansores 65 mil. Otra vez ella fue el factor decisivo para la victoria del pri.
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Luego, Layda partió a la CDMX para sumarse a AMLO pero su equipo en Campeche, encabezado por Cuasimodo Ostoa, se mantuvo leal a Alito como antes a Purux Ortega: sus diputados en el congreso aprobaron todo lo que quiso el gobernador.
Con el tsunami electoral del 2018, Morena triunfó en varios municipios y consiguió un número histórico de diputados, pero Ostoa, en nombre de Layda que es la dueña de la franquicia de AMLO en Campeche, se ha encargado de que todos se sometan al script oficial. La bancada de los legisladores que no roban, no mienten y no traicionan han consentido, apoyado y encubierto todos los robos y todas las mentiras de Alito y su sustituto, un buitre lunático de apellido Aysa, y han traicionado, de todas las formas posibles, al pueblo que los eligió.
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La imagen de Alito Moreno y Fernando Ortega dándose la mano el viernes pasado es el anuncio de una alianza rumbo al 2021, y hay razones para ello.
A estas alturas está comprobado científicamente que la estructura electoral de Alito es una porquería: en 2015 pretendían obtener más de 200 mil votos y alcanzaron 148 mil, y hace un año lo perdieron todo y pudieron mantener una escuálida mayoría en el congreso y algunos municipios por el control del Instituto Electoral a cargo de Vicenta Aysa Nakasima, hija del exsecretario de gobierno y ahora gobernador sustituto, Carlos Miguel Aysa.
Pero la estructura de Fernando Ortega sí funciona, de hecho trabajó para Morena hace un año, y al día de hoy Roberto Sarmiento tiene repartidos incondicionales suyos entre Eliseo, los laydistas, el Cartel Morena Nueva Generación (CMNG) liderado por Katia Meave y con Renato Sales.
La alianza está bien pensada: el PRI nacional en manos de Moreno Cárdenas, para poner lo que queda del dinosaurio en venta de garaje ahí arriba y aquí abajo maniobrar para lo que les resulte mejor: o un candidato de paja para dividir la elección en tercios (el necesario laydo) o una coalición con Morena para armar un trabuco con los votos cautivos de los programas sociales de AMLO, el dinero del gobierno del estado y el control de las autoridades electorales, la estructura de Fernando Ortega y la disposición de Layda y su equipo para prostituirlo todo.
No está mal: los priistas de antes reciclados en la oposición y los que aún se mantienen en ese partido para exprimir lo que resta pueden escribir la paradoja maestra: erradicar al pri del gobierno para que los priistas regresen al poder en nombre de Morena.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.