Después de dos meses sin escribir, el jueves 9 de diciembre publiqué un texto sobre la imposición del auditor superior del estado, un tal Javier Hernández, infamia que corrió por cuenta del presidente de la Gran Comisión del Congreso y líder de la bancada morena, el veracruzano Alejandro Gómez Cazarín.
Insertar a Hernández en la Auditoría Superior de Campeche (Asecam) fue una farsa dividida en varios capítulos, que comenté gustosamente y aquí resumo:
El primero, obligar al auditor en funciones, Jorge Arcila, a renunciar por haberse prestado a los manejos retorcidos de Calígula Moreno Cárdenas. El segundo, traer desde el meritito Veracruz al amigo de Cazarín, Javier Hernández, para que despachara como auditor provisional. El tercero, promover un cambio a la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas del Estado dinamitando el requisito de residencia mínima de cinco años en la entidad para aspirar al cargo. El cuarto, montar una pasarela por la que desfilaron 15 candidatos, entre ellos Hernández, ante la triste vacada legislativa para espolvorear de legitimidad democrática una decisión unilateral; y por último, estimular a los diputados de “oposición” para que se sumaran a la causa.
Sabrá dios cuánto dinero nos habrá costado la inserción del que cuidará que no se malgaste nuestro dinero.
El viernes 10 de diciembre, el día siguiente a la publicación de mi texto inaugural en la era del jaguar, mi esposa recibió un mensaje SMS dirigido a mí con amenazas graves o lo que sea que signifique “teyebo la berga”.
Al otro día, sábado, mi esposa recibió un segundo mensaje desde el mismo número y en el mismo tono.
La mañana de este lunes fui a la Fiscalía estatal a denunciar el asunto. La carpeta de investigación es: CI-2-2021-1881.
Les debo el pantallazo de los mensajes, que son elegías al analfabetismo funcional pero forman parte ya de una investigación y por tanto deben permanecer en reserva.
Quedan estas líneas como testimonio.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.