En la desesperada necesidad de obtener recursos para financiar los proyectos sexenales, los programas clientelares y el apetito insaciable de Pemex, AMLO ordenó la desaparición de diversos fondos, entre ellos el de desastres, mejor conocido como Fonden.
Después de la publicación en un medio nacional de su Casa Blanca, Alito Moreno ha ladrado bajito para que nadie voltee a verlo. Uno de esos ladridos de baja sonoridad lo dio en estos días por la desaparición del Fonden, exigiendo al gobierno de AMLO responsabilidad y sensatez, justo lo que el presidente del PRI nunca demostró en su sexenio como mataperros de Campeche.
Cierto, el Fonden enriqueció hasta la náusea a muchos gobernadores. Una vez que un desastre, aunque fuera mínimo, tocaba sus estados, los mandatarios se apresuraban a decretar la emergencia para recibir el dinero de la Federación y llevarlo, directo y sin escalas, a sus cuentas bancarias. Era una gloriosa inyección de recursos frescos y abundantes que complementaba el saqueo de las finanzas estatales.
Pero la irresponsabilidad y voracidad con la que se manejaba el Fonden en sexenios pasados no era motivo para terminarlo. Como muchas otros fondos, fideicomisos, proyectos, los objetivos habían sido prostituidos por la corrupción, pero bastaba con limpiar el lodazal y aplicar la ley, es decir, liquidar el aliciente más poderoso del delito que es la impunidad, para que todo marchara como es debido.
No fue así. AMLO, cuya lucha contra la corrupción es un sketch que hace reír a Bartlett, la Guevara o Sanjuana, prefirió exterminar el fondo para concentrar más recursos en sus delirios, desafortunada decisión cuyas consecuencias vamos a pagar con intereses porque no hay dinero que alcance cuando es mal administrado, como es el caso de la 4T, y porque este país es una fuente inagotable de inundaciones, sequías, terremotos, huracanes y, de vez en cuando, una pandemia que cuenta con la entusiasta participación del valemadrismo ciudadano para quedarse por mucho tiempo.
Ahora bien, el camino tomado por AMLO es riesgoso, pero los lamentos de Alito son repugnantes. Por gobernantes como Moreno Cárdenas los recursos del Fonden fueron a parar a mansiones Art Naco, suburbans blindadas, carros de lujo, aviones privados y todos aquellos fetiches que en el mundo de los nuevos ricos de la política testimonian la destreza para el saqueo y una muy retorcida concepción del triunfo personal, que es al mismo tiempo el fracaso de toda la sociedad.
Fueron los alitos que medran en el mundo político, y que ahora protestan por la decisión de AMLO, los que infringieron a las víctimas de desastres naturales un segundo sufrimiento, el de la criminal indiferencia de tantos gobiernos que antes que rescatar a sus ciudadanos con el dinero etiquetado para ello, prefirieron consumir hasta el último centavo en alucinantes festines de ratas. Si por algo reclama Alito es por la cancelación de una fuente de riqueza fácil que además le daba la oportunidad de causar daño. Su protesta es la de un cleptómano sádico.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.