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Ana Martha sí vende huevos

Lo cierto es que en el propio partido de Alito impera un ambiente siniestro, denso, pesado, que está obligando a algunos a tomar medidas para distanciarse del mal fario. Tenemos el ejemplo en esta imagen de Ana Martha Escalante…

En mi pueblo don Fulanito vendía huevos. Alguien empezó a vender el mismo producto y se le ocurrió una estrategia para desplazar a la competencia: correr la voz de que don Fulanito se había retirado del negocio. Don Fulanito conoció la trama y colocó un anuncio en la puerta de su casa con la leyenda: “Sí vendo huevos”. “Vendo huevos” hubiera sido suficiente, lo sabemos, pero el “sí” despejaba dudas y revelaba el mar de fondo de las intrigas empresariales.

Aníbal llegó a la elección del 2018 como seguro senador porque era cabeza de fórmula y además tenía la primera posición de las pluris nacionales, así que negoció su derrota. Realizó unas cuantas giras, apenas las necesarias para taparle el ojo al macho, y se tomó fotos con jo-didos que circularon por sus redes sociales sin mucho efecto; eso sí, nunca declaró nada contra el mal gobierno de Alito y ni siquiera salió a defender a AMLO cuando aquel lo insultó: el patrón es el patrón.

Mientras tanto, el adversario de Aníbal, el sobrino Christian Deyaniro Castro Chulo, no dejó barda sin pintar, repartió todo tipo de mercancías con su nombre y el logo de su partido, se tomó selfies, armó mítines, se bañó en gel para dominar las crines becaleñas y en alcohol para que la plebe no le contagiara algunos de esos gérmenes que abundan en la pobreza (es neta), y en los medios que no son del tío ni volverán a serlo (El Sur, Novedades, MayateVisión) lo elogiaron con saña criminal e impune.

Millones de pesos de los campechanos desperdiciados en la labor de convencerlos de votar por un tipo simpático como un ataque epiléptico.

El resultado fue que Aníbal, sin desearlo y a pesar de todos sus esfuerzos, logró una votación histórica y un triunfo contundente, y su contrincante el sobrino, la suma de todas las virtudes según el textoservicio, fue humillado.

No fue el único fracaso de la franquicia Alito: Chanona fue aplastado, lo mismo que Claudio Cetina, y ese domingo de elecciones las cosas pintaban tan mal que tuvieron que llamar a Aníbal para detener la hemorragia.

Fue una segunda negociación que el profe Aníbal no tenía ni pensada pero que le vino como pandemia a AMLO, es decir, como anillo al dedo: traicionó a tres de sus morenitos quitándoles las diputaciones que ya habían ganado para que el goberladrón mantuviera la mayoría en el congreso y apuñaló por la espalda a los candidatos guindas de Carmen y Champotón para que Alito mantuviera dos de los tres municipios más grandes. Pero el sobrino no tuvo remedio, permaneció sembrado en el desastre.

Pues bien, al tren de Deyaniro Castro Chulo se acaban de encaramar los panistas y perredistas. Es un tren en carrera desbocada rumbo al suicidio. De hecho, un dirigente de los azules reconoció que sí, es cierto, el sobrino de Alito es un potente vomitivo, el peor candidato posible, pero la esperanza panista en la alianza esta basada en ganar una o dos alcaldías y algunas diputaciones aprovechando el dinero que Alito dilapidará es esta insensatez y el control del aparato electoral que, como sucedió en Carmen en 2018, puede anular la decisión ciudadana para favorecer la voluntad del poder. Ojalá sepan lo que hacen.

Lo cierto es que en el propio partido de Alito impera un ambiente siniestro, denso, pesado, que está obligando a algunos a tomar medidas para distanciarse del mal fario. Tenemos el ejemplo en esta imagen de Ana Martha Escalante. Bastaba con “Ana Gana”, lo sabemos, pero el “sí” es un poderoso aparato de ventilación para alejar ese olor a derrota anticipada que despide Christian Vanesso Castro Chulo y, al mismo tiempo, un acto de rebeldía contra la decisión de Alito que, extraviado en su locura, perdió el sentido del olfato o es invulnerable al hedor de su misma especie.

Besitos.

Tantán.

Hasta aquí este año. Nos vemos el siguiente, covid mediante. Felices fiestas para los que quedan, mi respeto para los caídos y que la sana distancia de los cuerpos sea la concupiscente intimidad de las almas.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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