El público asistente a la visita de AMLO a Campeche le propinó al goberladrón sustituto, Carlos Miguel Aysa, el único homenaje que merece: un rotundo abucheo.
Funcionario mediocre, candidato fracasado a gobernar su pueblo, Palizada, porque ahí lo conocen bastante bien; secretario de Gobierno por designio de Alejandro Moreno, quien vio en él a alguien dispuesto a cualquier bajeza con tal de figurar políticamente, y sustituto en el gobierno estatal por gracia de un proceso legislativo viciado, en el que la bancada de Morena volvió a dar muestras de su incondicional entrega al poder, ayer Aysa se topó de bruces con su gris realidad: es el ente sin rostro ni nombre que se mueve siempre por disposición de otro; es la tapadera de Alito, en resumen.
Le gritaron de todo al gobernabuelo y qué bueno, porque así no se escuchó su discurso que, sacado de alguna colección de desperdicios retóricos del priismo setentero, era vergonzoso, el testimonio final de un hombre que nunca pudo superar la barrera del lugar común.
Pero, oh tristeza, este abucheo brutal no le quitará de la cabeza la idea de reelegirse, que viene masticando junto con sus incondicionales desde hace algunas semanas. Mucho me temo que harán falta más que los gritos y silbidos del pueblo bueno para archivar a Aysa, a su generación, al priismo asesino de los sueños y aspiraciones de tantas generaciones de campechanos de bien, en el basurero de la historia donde pertenecen.
Besitos.
Tantán.
Video cortesía de paginabierta.mx
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.