En una extraordinaria demostración de olfato político y dotes de estratega, el sustituto de Alito en el gobierno del estado, Aysa, entregó un transporte escolar en el inicio de las vacaciones de julio y agosto. Fue un evento singularmente emotivo porque, de acuerdo a la publicación del propio mandatario, además fueron respetados escrupulosamente los protocolos de sana distancia y confinamiento domiciliario que impone la pandemia, con lo que se reforzó la estrategia y se logró la asistencia de absolutamente nadie a este hecho histórico.
Las imágenes del evento han generado un apasionado debate en redes sociales donde los internautas se han dividido en dos bandos: los que aseguran que el sustituto hace todo al revés porque es orgullosamente campechano y los agoreros del desastre de siempre, que afirman que por ser campechano está condenado a hacer las cosas al revés. A estos últimos les respondemos desde aquí que podrán destilar su veneno hasta deshidratarse, pero nunca jamás podrán poner en tela de juicio la innegable campechanía de Aysa.
Aunque el post no lo dice, se sabe que después de entregar el transporte escolar Aysa se dirigió con la velocidad de sus años, cuatro menos que los que carga Layda Sansores, a organizar la compra de equipo de protección, medicinas, respiradores mecánicos y otros insumos urgentes para distribuirlos en los hospitales en el momento exacto en que acabe la pandemia y ni un segundo antes.
La salud es prioridad de Aysa y esto no es una pose, es un compromiso firme con los campechanos y una preocupación constante, tan es así que sus colaboradores aseguran que continuamente se acomoda la boca en la dentadura para pedirles que se laven las manos con abundante jabón después de comer, antes de ir al baño y luego de tocarse la cara.
Besitos virtuales.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.