Hace unos días, el hijo del alcalde champotonero, Raulito Uribe, echó una paletada de tierra a un cráter por el rumbo de Pozo del Monte y anunció el Programa Permanente de Bacheo que se mantendrá hasta que su papá entregue el cargo a Pablito Angulo dentro de tres años.
Es decir, según el representante de su papá, este gobierno no va a reconstruir las calles enfermas de acné legadas por José Luis Arjona, sino a maquillarlas, y esa es la única información que tenemos hasta este momento en que estoy viendo Dallas contra Nuevo Orleans.
Mal pensado que soy, de inmediato traté de encontrarle el huarache a este paso del alcalde; pensé en su fábrica de emulsiones, en sus constructoras, incluso en la draga que durante años mantuvo a flote en el río Palizada y por la que recibía 5 millones de pesos mensuales del API.
Ajá, exclamé, ahí está el bistec: Uribe contrata las constructoras de Uribe para trabajar los baches o los rellena con toneladas de material y emulsiones de la fábrica de Uribe. Si tomamos en cuenta que son miles de hoyos y que la profundidad de la mayoría es de fosa olímpica, el negocio de Uribe consigo mismo es millonario.
Además, con cada lluviecita los baches recuperan tamaño, profundidad y apetito por los amortiguadores, y de esa manera el ciclo continúa hasta el infinito. ¡Bárbaro!
Es un genio mi alcalde, pensé cuando el juego estaba empatado a 13 puntos: encontró que bachear es como intentar curar la lepra con Max Factor y, por tanto, es mejor negocio. La cleptomanía se perfecciona con el tiempo.
No, no me gustó el final del párrafo anterior. Se los cambio: Más sabe el gordo por viejo que por perro (Arjona).
En conclusión, pienso mientras cae un pañuelo en el terreno de juego, cada pueblo tiene el bacheo que merece. Game over.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.