La carretera Champotón-Carmen es una trampa mortal. Yep.
Abundan los baches, uno más peligroso que el otro, y por tanto abunda también el reventadero de llantas. Y es que algunos cráteres, por su perfección e instinto asesino, parecen diseñados por alguna mente criminal.
El fenómeno no es nuevo pero sí ha llegado a un punto en verdad intolerable. Por desgracia, no hay remedio por lo menos en el corto y mediano plazo y la razón es simple:
En el presupuesto de este año AMLO quitó nueve mil millones de pesos al mantenimiento carretero y los destinó a la compra de votos institucional, es decir, a los apoyos del Bienestar, y el resto a sus obras insignia.
Para compensar, Obrador prometió que la milicia se encargaría de mantener las carreteras saludables porque resultaba más barato, pero los milicos no han movido un dedo y tal vez es mejor así: ellos construyeron el AIFA, que ya se anda desintegrando, y el Tren Maya, que no pasa día sin que le aparezca una nueva dolencia.
La falta de mantenimiento ha causado múltiples accidentes, por fortuna ninguno ha sido letal.
Pero, de continuar el deterioro vial, es cuestión de segundos para que haya muertos y entonces no valdrá hablar de accidentes sino de homicidios, crímenes de estado, porque la fatalidad no habrá sido cuestión del azar sino de la desidia e indolencia de Obrador y sus huestes, los responsables de generar las condiciones para que transitar las carreteras nacionales sea como jugar la ruleta rusa con un cañón.
Besitos,
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.