Veinticinco años atrás le propusieron al gobernador traer Cármina Burana a Campeche y él, afinando las maracas, preguntó: ¿y esa qué canta? El sábado, por fin, Cármina Burana llegó a la capital nacional de la anemia.
Después de Gloria Gaynor, debe haber sido todo un reto para el secretario de Cultura (y Belleza), Carlos Vidal, imaginar con qué espectáculo más deslucido que el anterior podía fascinar el delicado gusto artístico de los campechanos. Se apuntó un notable triunfo con la cantata de Carl Orff, soundtrack de cuatro mil setecientas películas y con versiones en cumbia y reguettón (la de banda aparecerá en breve).
Pero el triunfo de Vidal no sólo radica en su pasión desmedida por los lugares comunes, también tenemos que celebrar su magnífica puntería. Los cantos de los clérigos renegados y demás gente de similar calaña, donde se celebra el vino y los placeres de la carne y se llora por las veleidades de la fortuna, tiene en varios momentos descripciones exactas de los tiempos solidarios. Un fragmento:
En el trono de la fortuna
Me había sentado, elevado,
Coronado con las varias flores
De la prosperidad.
Y en verdad, tanto como florecí
Feliz y contento,
Después, desde lo más alto, caí,
Privado de la gloria.
En la época de auge de la disco La Barca de Champotón, me divertían las parejas que apenas escuchaban Hotel California salían en desbandada hacia la pista a cachondearse en grande. Para ellas, esa canción era un himno de amor. Puede que Carlos Vidal sea como esas parejas y no tenga idea de qué va la obra, porque entre cuidarse las crines, acariciar su perro afgano y los negocios culturales debe quedarle poco tiempo para la Cultura. Haya tocado la flauta por casualidad o no, reconozco que lo hizo magistralmente con Cármina Burana: aunque parecía imposible, trajo un espectáculo mucho más sobado que el de la Gaynor que, además, funciona como el soundtrack perfecto, y profético, para el gobierno de don Fernando Ortega. Mis felicitaciones.
Besitos,
@Bestiometro
La verdad es relativa, sólo la neta es absoluta.
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Escrito Por
Bestiómetro
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
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