Fenómeno curioso este de los alitolovers. El viernes pasado publiqué en mi página Facebook un video sobre el crecimiento de la inseguridad en Campeche, problema que nos tiene como salvatorianos en la diócesis del obispo Pancho González. De hecho, mientras escribo me entero que en las últimas 24 horas en la entidad más segura de la Vía Láctea asesinaron a un joven en Chicbul, robaron en una gasolinera en la capital, desvalijaron la casa de un carmelita al que le llevaron hasta la camioneta y la plomería, entre otras hazañas delincuenciales.
Poco después de publicar mi video (véanlo al final de esta página) empecé a recibir preguntas sobre las fuentes que consulté para su elaboración. Uno de los preguntones tenía un nombre raro y en su perfil de Facebook un único amigo: Jorge Argáez, el secretario estatal de Seguridad Pública. Respondí a dos o tres: mal hecho. Sin importar que una de mis fuentes sea el semáforo delictivo de México, ¿cómo vamos?, página que concentra información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de los gobiernos estatales y que por su confiabilidad es citada por medios y editorialistas de todo el país, los alitolovers las acusaban de ser parte de la teoría de la conspiración: esa página es del Peje, es de Renato, es de los que quieren boicotear a Alito, es de los enemigos de Campeche, es una alucinación del que diseñó las cantinas de La Guerra de las Galaxias, etcétera. En suma, el sol gira alrededor de Alito, Galileo.
Parece que los alitolovers no son un grupo político, mas bien son una secta de fanáticos que tiene en Alito a su Supremo Garrote, tiene en los selfies su rito de iniciación, continuación y finalización; y tiene en un licuado de Paulo Coelho, Yordi Rosado, dos de Splenda y leche de soya su sustento teológico. Crecer en grande es Mandamiento, quejarse por el desempleo, la delincuencia y la crisis económica es pecado capital, y aquel escéptico que critica al payaso mitómano y su burbuja mediática donde Campeche es Xanadú, es un blasfemo que no quiere a Campeche ni conoce la coreografía del Pichito amoroso.
Ahora bien, el rigor metodológico que los alitolovers me exigen no es aplicable a las promesas de Moreno Cárdenas. Si en el video publico que los delitos sexuales aumentaron 162%, según el semáforo delictivo, la cifra es descartada por tratarse de una abstracción imposible de comprobar, una aseveración metafísica, un chisme de batea, el ataque de un ardido; en cambio cualquier promesa de Alito, por ejemplo: que con un selfie y a la velocidad de un pedo convertirá a Campeche en Dubai, hará caminar a los ciegos, ver a los paralíticos y pensar a Chalo Brito, es una verdad incontrovertible, axioma matemático, ciencia aplicada.
Ya pasó casi un año, le quedan cinco a esta comedia que promete momentos fantásticos. Porque si revertir el desastre de Campeche es una tarea monstruosamente compleja, con un mitómano analfabeto en el timón el caso no sólo se vuelve irresoluble sino que la travesía hacia el fracaso será cada vez más rápida y frustrante para Alito Moreno, que tendrá que adaptarse de la única forma que conoce: incrementando la temeridad y el tamaño de sus disparates con las secuelas que podemos imaginar: convertido Campeche en el único e indiscutible grano del culo del mundo, tanto los medios de comunicación como los alitolovers repetirán hasta la náusea la Palabra del Supremo: este grano crece en grande.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.