Hace unos días supimos que el gobernador Alito Moreno es la versión masculina de La Gaviota: un buitre metrosexual que posee una residencia de 6 mil m2 de construcción. Las comparaciones son odiosas pero ilustran la brecha entre el latrocinio y el salario mínimo: la Casa Blanca de Alito equivale a 86 viviendas de Infonavit, esos habitáculos claustrofóbicos de 70 m2 donde las familias campechanas desafían las leyes de la Física y varios cuerpos ocupan un mismo lugar en el espacio.
No para ahí la cosa. Según la denuncia del activista de Morena, Manuel Zavala, esos 6 mil m2 fueron edificados en primorosos acabados de lujo que se cotizan en 12 mil pesos el m2. Hice la multiplicación. Tuve vértigo. La casa de Alito costó 72 millones de pesos.
La infamia sigue. El domicilio de Alito se asienta en una de las zonas más exclusivas de Campeche, Lomas del Castillo, mismo lugar donde el exfuncionario de Pemex, Mario Ávila, levantó un monumento al despilfarro que fue un escándalo hace unos años.
En su declaración 3de3, Alito informó que es el propietario de 9 lotes en Lomas del Castillo, lotes cuyas dimensiones son, por lo regular, de 600 m2. Total: 5 mil 400 m2. Por otro lado, la empresa de bienes raíces Grupo Nómada tiene en venta un terreno en ese lugar a razón de 2 mil 900 pesos el m2, costo que usaré como referencia. Haciendo las multiplicaciones respectivas, el Partenón kitch de Alito, que incluye un jardín con senderos de piedra, se asienta en un terreno valuado en 15 millones 660 mil pesos.
Desde las alturas, el paisaje es escalofriante: ante las chozas de sus vecinos, Mario Ávila incluido, el palacete de Moreno Cárdenas parece una especie de Taj Mahal incrustado en Solidaridad, Fidel Velazquez o el Fovi, el fraccionamiento de interés social donde nuestro gobernador pasó su niñez habitando una casa rentada, corriendo descalzo por los andadores, jugueteando el elástico de su trusa y lamiendo una costra de flema y tierra.
La suma del terreno más la construcción arroja 87 millones 660 mil pesos. No estoy contando aquí el mármol y la caoba, las bañeras de hidromasaje, las albercas, el carril olímpico de nado, el gimnasio, las pantallas, el equipo de seguridad de última generación, el lujo. Tampoco el costo del ejército de sirvientes necesarios para mantener el lugar en condiciones habitables. No. Sólo la tierra y el edificio.
87 millones 660 mil pesos, el equivalente a 292 viviendas de Infonavit, esas madrigueras unicelulares de 300 mil pesos cuyas dimensiones son inferiores a los sanitarios de la Casa Blanca de Campeche.
El salario más alto que ha devengado Moreno Cárdenas es el de senador: 225 mil pesos mensuales. Por tanto, tendría que haber hilado 32 años en la cámara alta para pagar su mansión. Si tomamos en cuenta que hoy tiene 41 años, su primera experiencia legislativa tendría que haber sido a los 9 abriles, pero según testigos en esa época de su vida sólo se dedicaba a correr por el Fovi felizmente descalzo.
Peor aún: ganando el salario mínimo, a Alito le hubiera tomado 2 mil 808 años levantar su cabaña. Es decir, 808 años antes del nacimiento de Cristo, cuando Cartago apenas había sido fundada y los olmecas empezaban a construir pirámides, Alito ya tendría que haber estado chambeando por 80 pesos diarios y ahorrándolos completitos, sin chance de gastar en cosas tan frívolas como comida y vestido, o tan apremiantes como las suburbans blindadas.
Desde hace tiempo Campeche es la entidad con el peor desempeño económico del país. Se nota: 4 de cada 10 pichitos amorosos no ganan lo suficiente para comprar la canasta básica, llevamos 40 mil desempleados en los últimos dos años, la delincuencia ha crecido geométricamente y toda actividad posible está sometida a la improductividad burocrática. Ante esta realidad, la residencia de Alito, más que una inmoralidad, es un crimen.
Con ese antecedente, y con la experiencia reciente de la marcha ridícula por la unidad nacional y contra Trump, deberíamos preguntarnos: ¿el responsable de nuestra desgracia es ese perturbado mental en Washington que quiere construir un muro, o los que construyen “casas blancas”, esos santuarios del derroche y la vulgaridad, a costa de la pobreza de México?
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.