Ayer fue un gran día.
Inició con el lanzamiento del nuevo promocional del PRI, actuado y supongo que escrito por el mismísimo terror de los perros, Alito Moreno, en el que ironiza sobre los pecados que le achacamos a su partido. Él repite: “¡Échenle la culpa al PRI!” y nos ilustra sobre las bendiciones que los dinosaurios cleptómanos prodigaron a México: Salud, Educación fundamentalmente.
El promocional es suicida por dos razones al menos: porque lo aportado por los gobiernos priistas es nada cuando lo comparamos con la corrupción institucional y la ineptitud sideral de los presidentes tricolores, que sumieron al país en la ruina perpetua y condenaron a generaciones de mexicanos a la pobreza y la desesperanza mientras las cuentas bancarias de la familia revolucionaria sufrían obesidad mórbida; y porque la última generación priista que nos gobernó, la de los mirreyes, la misma a la que pertenece Alito Moreno, destruyó lo poco que sus mayores edificaron (de la Salud quedó el agua azucarada en lugar de quimios para niños con cáncer, y de la Educación fuimos de la Gordillo a una fallida reforma educativa) y además empeñaron, vendieron, se regalaron lo que quedaba de patria para satisfacer sus ambiciones personales, de grupo y de partido.
Las reacciones al disparate fueron las esperadas: Alito y el PRI quedaron como pared de fosa séptica en las redes sociales, y cuando parecía que no les podía ir peor, el destino asestó un golpe definitivo.
Al mediodía se conoció el arresto de Emilio Lozoya, excoordinador de campaña de Peña Nieto, exdirector y saqueador de Pemex y una de las figuras prominentes de ese Nuevo PRI que fue el último episodio de una tragedia de época para México. El timing del azar fue tan preciso que el eslogan del promocional sirvió como marco descriptivo de la captura.
Ante la desgracia de Lozoya, sus compañeros actuaron con la lógica de quienes ven las barbas de su amigo cortar y miran la propia que es como de Dumbledore: se deslindaron terminantemente del tal Emilio al que nadie conoció nunca y exigieron que no se le atribuyan al tricolor los pecados de ese personaje. Y por si alguna vez ese Lozoya fue priista, Alito y los suyos aportaron un razonamiento angustioso: “El partido es inocente, son las personas las que fallan”. En resumen: el PRI no posee casas blancas.
Y por la tarde, el fin de fiesta.
Circuló en WhatsApp una nota de la revista Quién, en la que Isla Aysa, hija del gobernador sustituto Carlos Miguel Aysa, y su esposo Walter Olivera, director de Comunicación Social en el gobierno de Alito Moreno, inauguraron exclusiva tienda de ropa, “Lago mexicano”, en una nueva plaza de la ciudad de Mérida, Yucatán. Supongo que estos jóvenes se llevaron su dinero ahí porque en Campeche es imposible salir adelante trabajando honradamente, aquí el desastre económico es endémico por culpa de los gobiernos que nos ha tocado sufrir y cuyos únicos beneficiarios son los parásitos que mandan y sus crías. Isla, Walter: ¡échenle la culpa al PRI!
Besitos.
Tantán.
Imagen tomada de la revista Quien.
