Como se esperaba, no hubo informe. Por lo general es difícil informar algo cuando se ha hecho nada. Pero la gobernadora llenó el vacío y salvó el compromiso sacándose un as del huipil: durante la ceremonia le pidió matrimonio a su Romeo del alma, y con ello trasladó el debate público del fracaso estrepitoso de su gobierno a una historia de amor adobada en artritis.
Tuvo que emplearse a fondo la señora con la aplicación de atole con el dedito, tal vez porque en esta ocasión las coreografías y la disposición de sus funcionarios a hacer el ridículo moviéndose como reguetoneras no iban a bastar, y el tema “Ciudad Administrativa” y las órdenes de aprensión contra chivos expiatorios no distrajo a nadie.
Ahora bien: sé, lector adorado, que ante este episodio usted, primero, trazará un paralelismo entre la declaración de amor de La Señorita Layda y el romance automatizado y mediático de Peña Nieto y La Gaviota, pero ahora en versión geriátrica; sé que usted, después, recordará al Marx del 18 Brumario: la segunda vez la historia ocurre como farsa; y por último, confío en que concluirá que el atrevimiento de doña Layda, amplificado por la vulgaridad, sólo provoca unas inmensas ganas de sufrir sin medida y, por tanto, usted irá derechito a ver medio tiempo de un partido de la Selección Nacional.
Tiene usted razón: a mí también me repugnó que este recurso barato y sentimentaloide tuviera lugar en un evento institucional, me pareció el chapoteo de una mosca cursi en la sopa oficial de la rendición de cuentas, y para no dejarlo sólo, lector amado, en la fabricación de analogías sobre el disparatado momento estelar del Segundo Informe, le propongo esta:
Recuerde El Amor en los tiempos del Cólera, recuerde a Florentino Ariza y Fermina Daza, decrépitos y enardecidos, viviendo por fin su amor y su lujuria pero convertidos en una plaga que condena al barco en que viajan a navegar a la deriva, señalado por la tragedia, por el río grande de La Magdalena.
Felicidades, Layda y Romeo. Sigan viviendo su pasión crepuscular y por favor no se preocupen por la entidad, que Campeche puede continuar su travesía rumbo al carajo bajo la indiferencia de una clase política cuya estupidez y frivolidad no tienen límites.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.