Mostrando la sensibilidad de una nube de gas mostaza, nuestro secretario de Cultura, Delio Carrillo, posteó el dilema que lo tiene angustiado: ¿cámara Nikon o tanque de oxígeno?
Es decir, mientras los campechanos agonizan y fallecen en los hospitales y el personal siempre insuficiente, mal equipado y en riesgo de contagio, cansado por las jornadas interminables, sin medicinas ni ventiladores mecánicos ni tanques de oxígeno, se enfrenta a un bicho indestructible y cruel, Delio se aflige públicamente porque quiere comprarse una cámara Nikon.
Las carrozas hacen fila en las clínicas en espera de los cuerpos que llevarán a quemar sin ritos ni adioses; unas familias lloran sus muertos y otras, las que todavía no han sido tocadas por la tragedia, lloran también porque en este caso ningún muerto es ajeno y porque es cuestión de tiempo para que todos acabemos rezándole al humo de una chimenea de crematorio; y mientras tanto, Delio desconsolado porque quiere comprar un tanque de oxígeno pero la cámara…
Antes del covid hubo una pandemia llamada Alito, representante ejemplar del Nuevo PRI, que redujo el sistema de Salud estatal a escombros para gastarse el dinero en casas, diarios, televisoras, camionetas blindadas, renta de aviones, armamento, guaruras, cirugías, botox, silicón, maquetas y etcétera. La otra cara de ese despilfarro fue la conversión de los hospitales en rastros públicos. Así, las fotos en primera plana de Alito presumiendo el rejuvenecimiento de sus párpados, la maqueta diaria, la frente lisa por las inyecciones de gelatina, eran también la celebración de sus homicidios.
Delio Carrillo es secretario de Cultura por gracia de Alito, ese es el epicentro del drama. Su publicación es una vileza para cualquiera con cierta noción de humanidad, pero en función de su patrón, del sexenio y de su historial de burócrata con experiencia para hacer méritos, el contexto cambia y la vileza se transforma en timbre de orgullo, homenaje apasionado y declaración de lealtad a su estirpe política.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.