Noche del sábado, Centro Histérico de la capital campechana, lugar que es nuestra mejor oferta para los visitantes, materia prima de todo folleto, tríptico y exposición fotográfica de artista burocratizado, y vértice de la actividad turística que según la leyenda sustituirá al petróleo como fuente de riqueza para el estado.
No se extrañen, es el fenómeno más normal del mundo que el recinto amurallado quede en negros. De hecho, los vecinos de la calle 59 cuentan que con mucha frecuencia ven pasar por las puertas de sus casas luciérnagas gigantes, es decir, turistas que alumbran el camino de regreso al hotel con sus celulares.
A cambio de 700 millones de pesos anuales la publicidad oficial quiere convencernos de que este es el mejor Campeche de todos los tiempos, pero los datos sobre la debacle económica, el desempleo, los salarios miserables o el aumento de la delincuencia son parte de una verdad que ya no puede ocultarse detrás de la cirugías, el botox o las primeras planas.
En octubre pasado, Gaby Gutiérrez documentó gráficamente un desfile de celebración del Mes de la Campechanía que se efectuó a oscuras. Su testimonio, como otros muchos en cada esquina de la entidad y a toda hora, nos enseña que la realidad es insobornable: el Campeche de verdad está en penumbras.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.