Obrador y sus criaturitas estaban felices al inicio del juicio a García Luna, uno de los especímenes más infames que ha producido este país.
Según Amlo, en el proceso contra el expolicía aparecería el nombre de Felipe Calderón, jefe del imputado y seguramente su socio, y con eso se confirmaría el fraude de 2006, perpetrado por fuerzas oscuras para coronar a un delincuente e impedir la llegada de la bondad y la luz al poder.
Tan feliz estaba Cash Vader que anunció que en su Guerra de las Falacias, La Mañanera, abriría un espacio para informar detalladamente sobre el tema, porque hay medios conservadores “corructos” que ocultan información para proteger a sus cómplices, pero por suerte ya no es como antes porque las benditas redes bla bla bla.
Y sí, todos los días, en el segmento en que debe defender la honestidad de Delfina, la de los diezmos, o convencernos de que el plagio de tesis es una virtud teológica, el presidente prefiere atender los pormenores de las audiencias en Nueva York.
Y pues bueno, ya llevamos tres semanas y García Luna ha sido acusado de todo, de convertir el agua bendita en coca cola, de perrear hasta el suelo con el Ave María de Schubert, de preferir los libros de Yordi Rosado a las Ficciones de Borges y de ser padrote del narco a cambio de toneladas de dólares. Pero de Felipe Calderón nada, nada, nada.
Hasta el momento Obrador está en vilo, en una especie de limbo sin tlayudas, en espera de que su adversario sea inculpado como un vulgar narco ante un tribunal gringo.
Pero lo que sí le reventó en el rostro a nuestro Santísimo Niño del Platanar fue que ahí donde traficantes asesinos señalan a un policía podrido de los delitos más monstruosos, apareció Layda Sansores, su amiga y adelita, la mujer que ha hecho un santuario de los sabañones presidenciales.
La cosa va así: Francisco Cañedo Zavaleta, expolicía federal, vio a García Luna con capos de la droga. Cañedo es el primer testigo en el juicio que que no acude a rumores, que no dice que le contaron, sino que afirma haber visto a su jefe, el 19 de octubre de 2008, en la carretera de Cuautla, con Arturo Beltrán Leyva y Édgar Valdez “La Barbie”. Así lo dijo en el litigio. Hay más:
Reporta El Universal: “Cañedo escribió un documento, como denuncia de lo ocurrido, para presentarlo ante el Congreso, pero finalmente con quien se reunió fue con la legisladora LAYDA SANSORES. En la computadora de ella, Cañedo escribió una carta. Por recomendación de Sansores, entregaron la historia a la revista Proceso.”
Pero le fue mal al policía: “Tras hacer la denuncia… Cañedo fue consignado por seis delitos y estuvo detenido 80 días en la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO). Luego lo trasladaron a Puente Grande, antes de finalmente liberarlo de los cargos.”
Canta, oh diosa, la tragedia del divino Amlo, rey de hombres y geisha de Trump, que esperaba que en Nueva York se escribiera el capítulo final de Felipe Calderón y el triunfo definitivo de la honestidá valiente, y lo que obtuvo fue una sopa Maruchán de jaguara sintética.
Y lo que son las cosas: en La Mañanera, donde revisan con microscopio las audiencias de García Luna, ignoraron por completo la mención de Layda. Ni un sólo comentario hubo para insinuar un boicot de la derecha o notificar el envío de la Guardia Nacional para sustituir al juez y al jurado; bueno, ni siquiera defendieron a nuestra goberladrona argumentando que la denuncia no la escribió Cañedo Zavaleta sino Yasmín Esquivel.
Nada.
A Obrador y sus lactantes les pasó de noche la presentación de la Salomé del Trópico en un evento histórico: el juicio del polinarco mexicano más célebre de todos los tiempos.
Es que ya saben, hay medios conservadores “corructos” que ocultan información para proteger a sus cómplices, pero las benditas redes sociales bla bla bla.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.