Lo que faltaba en el drama de la manta de Noroña acusando a Calderón de alcohólico y el despido de Carmen Aristegui de MVS, llegó ayer en voz del secretario particular del presidente, Roberto Gil.
“El presidente goza de cabal salud”, dijo y aseguró que su ritmo de trabajo es de siete actividades diarias, entre las seis y media de la mañana y las diez de la noche. Y dijo también que esas jornadas “son claramente incompatibles con los infundios y rumores que se propagan con la intención de dañarlo”.
¿Son esos argumentos irrefutables? En éste país, donde anualmente mueren 24 mil personas por accidentes viales, el 90 por ciento de ellos provocados por conductores ebrios, lo dicho por Gil más bien parece absurdo.
Pero más absurdo me parece que hayan salido a responder las acusaciones de la bancada petista o a las preguntas de Aristegui.
Noroña, sus seguidores y Aristegui tienen derecho a cuestionar lo que quieran, pero Calderón debe cuidarse bien de seleccionar sus batallas, porque lo que se espera del presidente es un comportamiento de estadista, no la susceptibilidad emocional de una quinceañera.
Si los panistas en el Congreso no hubieran hecho caso de Noroña y su manta, si los dueños de MVS hubieran dejado pasar la pregunta de Aristegui sobre el presunto alcoholismo de Calderón, nada de esto hubiera pasado. Porque en este país nada pasa, todo se olvida frente a la televisión que nos receta dosis letales de Chicharitos y Rosas de Guadalupe.
¿Quién se acuerda ahora de Marisela Escobedo, la mujer que fue asesinada en diciembre frente al palacio de gobierno de Ciudad Juárez, al parecer por el mismo sujeto que descuartizó a su hija Rubí y fue liberado por faltas de pruebas? ¡Por dios!
Ahora, por culpa de todo este drama y de la respuesta fuera de lugar de Gil, empiezo a sospechar que Calderón sí tiene problemas de alcoholismo y eso, válgame dios, tal vez sea un consuelo: si nos está llevando al precipicio a tal velocidad no es por bruto sino, ahora lo sabemos, por borracho.
Y lo que se hace pedo no vale.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.