Ayer publiqué un cartón en el que un niño pregunta a Obrador si no sería mejor hacer una consulta al pueblo para saber si quiere o no que los enfermos de cáncer tengan pronto sus medicinas.
Es un cartón estremecedor para los que hemos presenciado el daño que en los años recientes, del prianismo a la 4T, el estado mexicano ha infligido a las víctimas de esta enfermedad y de muchas otras, y estremece también por la indolencia de un presidente que prometió ser distinto y por la vileza de sus porristas, como Gatell o los moneros de La Jornada, que señalaron que el reclamo de medicamentos oncológicos tenía tintes golpistas y sólo callaron cuando el propio Obrador reconoció el desabasto.
Por supuesto, apenas publicado el cartón se dejaron venir los troles morenos con el “argumento” de siempre: ¿por qué ahora reclaman cuando en tiempos de las quimios de agua salina que aplicaban en el Veracruz de Duarte no decían nada?
El “argumento” es falso. El caso de las quimios aguadas fue un escándalo nacional que desató protestas y tuvo una difusión sin precedentes en la prensa y en redes sociales, tanto así que fueron retomadas por AMLO y sus seguidores, que también se encaramaron en el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o la Casa Gris…, perdón, la Casa Blanca de la Gaviota, y los convirtieron en eje de la campaña contra el Nuevo Pri de Peña Nieto.
Pero además de falso, el “argumento” de los chairos es infame. Sin importar regímenes, siglas o fanatismos, lo que nos corresponde por elemental humanidad es estar del lado de las víctimas y combatir la indiferencia criminal del sistema. En eso, en olfatear la pudrición del gobierno eran expertos los chairos hasta que el amado líder llegó al poder y entonces la crítica contra las injusticias se transformó, por cuestiones ideológicas, por mero fanatismo o por la bendita quincena, en defensa a ultranza del régimen y en acoso contra la denuncia y las opiniones divergentes.
Las convicciones y los datos que Amlo y los suyos nos mostraron en otra época no eran únicos: tenían otros.
Ahora bien, la campaña automática de los pro-amlos contra quien acuse el desabasto de medicamentos es un intento muy obvio de debilitar la protesta a partir de una generalización ridícula: nadie reclamó nada nunca y si lo hacen ahora es porque perdieron privilegios, porque son de la derecha, porque odian al pueblo encarnado por Obrador, porque pertenecen a la oposición moralmente derrotada, porque el PRI robó más.
Así, bajo la afirmación fácil y mentirosa de que todos fuimos cómplices de ruindades en el pasado, los amlovers pretenden fijar el asunto en la frivolidad de la lucha entre buenos y malos, conservadores y pueblo bueno, distrayéndonos de lo esencial: los enfermos de cáncer que morían por la negligencia y corrupción del prianismo siguen muriendo ahora por las mismas causas pero bajo el sello letal del cambio verdadero.
Peor aún, detrás de los ataques de los chairos contra los reproches sociales por la falta de medicamentos y otras tragedias yace también una exigencia de reciprocidad que, partiendo de una falacia: la alianza total de los ciudadanos con los horrores de antes, crece hasta erigirse en la imposición de un pacto monstruoso: ustedes que no reclamaron cuando el asesino era Duarte no deben reclamar ahora cuando el asesino es nuestro líder, porque es un honor matar con Obrador.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.