A 200 metros del palacio de gobierno de la capital hay un estacionamiento exclusivo para burrócratas que permanece semi desierto. La mayoría de ellos prefiere dar vueltas por las microcalles del centro histérico hasta encontrar una rendija donde meterse.
Y es por eso que, durante las ocho horas que se culiatornillan en su escritorio comiendo charritos con chiles jalapeños comprados a meses sin intereses, los burócratas le quitan espacio a los infelices que necesitan ingresar al centro y que, una vez ahí, ven con desesperación cómo se les escapa la vida buscando una zona libre de carruajes burocráticos y del amarillamiento letal, ese que atrae a los policías con sus talonarios de multas y la orden de recaudar, recaudar, recaudar porque Alito necesita nuevas cirugías.
El resultado es una campechanada: mientras la franja izquierda de cada calle intramuros se satura de carruajes burocráticos, el estacionamiento exclusivo para los empleados de gobierno está casi vacío. Recuerden esto cuando quieran explicarse por qué somos el grano purulento refundido en el último rincón del koolo del mundo.
Besitos.
Tantán.
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Escrito Por
Bestiómetro
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
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