Los organizadores del Festival de Jazz trajeron a don Jaime Almeida, uno de los personajes que más sabe sobre música en México, para dictar una conferencia. Por increíble que parezca, en tiempos de Internet, redes sociales y demás artilugios satánicos, la Secretaría de Cultura falló en la difusión y a la conferencia acudieron menos de 20 personas. Don Jaime predicó casi en el desierto.
Ah, pero el 30 de diciembre vino Enrique Peña Nieto para decirnos que luchará incansablemente para que Campeche reciba lo que por justicia merece (y que durante 70 años el PRI le negó), y para el mitin el gobierno del Estado contrató decenas de autobuses, y a los acarreados les mataron el hambre con tortitas y la sed con juguitos y les dieron gorras y camisas y todo estuvo muy bonito. Y al final, después de cumplir con el requisito de vitorear al candidato, un numeroso grupo de pescadores fue a las oficinas de la Secretaría de Pesca y recibieron dinero a nombre de uno de los tantos programas diseñados para prolongarles la agonía.
El 20 de enero el PRI-Gobierno festejó a lo grande la nominación de sus dos candidatos al Senado, Raúl Pozos y Oscar Rosas. Otra vez contrataron decenas de autobuses y trataron a los acarreados como se merecen: tacos de lechón y jugos a cambio de porras y mucha enjundia. La pelotera debió haber costado unos cuantos milloncitos de pesos. Un día antes, la CFE había suspendido el suministro eléctrico del hospital Manuel Campos por un adeudo de 6 meses. En total: 500 mil pesitos. Murieron dos bebés pero no por causas atribuibles al apagón, dijo el entonces Secretario de Salud y hoy candidato del PRI-Verde Ecologista a la alcaldía de Carmen, Enrique Iván “Satanás” González.
Un conductor borracho perdió el control de su vehículo, se fue contra la banqueta, mató a un joven y huyó. Eso fue el 11 de marzo. Desde entonces los súper entrenados agentes de la justicia empezaron una investigación pero fracasaron: tal vez el hecho de que el asesino fuese funcionario del PRI lo dotaba del don de la invisibilidad. Tuvo que ser la propia madre de la víctima, doña Leticia González, quien lo capturó y entregó a las autoridades. Eso fue el 25 de abril. Hoy, dos días después, el “presunto” criminal salió libre bajo fianza: 5 mil pesos, y su abogado dice que están analizando demandar a doña Leticia “por todos los daños ocasionados”. A fin de cuentas se trató de un homicidio imprudencial.
Entre las más de 100 iniciativas congeladas en el Congreso alguna habrá que pretenda sancionar estos casos con mayor severidad, pero eso no les interesa a nuestros legisladores y, además, el que era su líder ya se fue: ahora succiona de la ubre del Ejecutivo desde la Coordinación de Asesores.
El drama de doña Leticia no ha tenido ni, se los aseguro, tendrá la difusión que sí tuvo el caso del diputado que fue sorprendido tomando trago en el Malecón y eso es, en términos de prensa campechana, muy lógico: el diputado es panista.
Tal vez en estos absurdos encontremos alguna razón para explicarnos qué queremos decir en realidad cuando berreamos: ¡Este es Campeche, señores!
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.