El líder sindical se sintió mal en su casa en Calkiní. Lo que ustedes suponen. Abrió la agenda del celular y llamó al ISSSTE. Fue a buscarlo una ambulancia mas estropeada que los trozos de Fertinal que Altos Hornos le vendió a Lozoya, pero el toque de influyentismo fue que le enviaron al mejor enfermero de la institución. De regreso a Campeche tronó la llanta y un momento después se enteraron de que la refacción estaba dañada. Perdieron horas ahí.
Cuando el líder ingresó a la clínica se encontró con otras variantes de la ruina: cochambre, humedad, puertas descuajadas, el amarillamiento letal del alumbrado, el descontento del personal por la condiciones en que lo hacen trabajar, sin el equipo adecuado y durante jornadas draconianas; pero lo más terrible fue la visión que produce la saturación hospitalaria, esa en la que los pacientes sin cama se aferran a los brazos de sus sillas de playa, con los ojos y las bocas desmesuradamente abiertos por la asfixia interminable.
Si usted tiene un enfermo en el ISSSTE, le informo: no hay medicinas para el tratamiento del covid y no van a decirle nada porque no quieren que el desabasto se convierta en un problema mediático para la 4T. Lo mejor es que usted las compre y se asegure de que su gente las reciba.
Falleció el líder: lo derrotó el bicho asiático. Pero hubo otro factor importante en su partida: la corrupción crónica que lo ha desgraciado todo, especialmente el sistema de Salud. Triste cosa: la misma putrefacción que lo hizo líder ayudó a matarlo.
Ojalá que esto sirva para entender que cada acto de corrupción es un crimen contra la colectividad, contra cada uno, pero, caraxo, somos tan estúpidos que hasta para usar cubrebocas armamos dramas idiotas.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.