Hoy cumplió años nuestra niña Layda, 75 apenas, y lo que son las cosas: sus seguidores, cada uno por su lado, de forma independiente, sin comunicación previa ni acuerdo de por medio, nos levantamos con una idea fija en la mollera: grabar un video para felicitarla. La red se colmó con estas demostraciones espontáneas de afecto hacia la luchadora social que por humildad se esconde detrás de sus labios.
Sí, sé que les puede parecer una operación concertada este alud de parabienes, a fin de cuentas son mínimas las posibilidades de que algo así suceda. Tal vez una entre nunca. Es como ganarte la rifa del avión presidencial y recibir de verdad el avión presidencial. Pero no hubo indicaciones, la soberanía de cada integrante del MoReNa sección laydos goza de cabal salud, como si el mismísimo Gatell estuviera al cuidado.
Además, una manipulación así hubiera sido grotesca de tan obvia y obsoleta, un mitin de cacique sesentero en versión electrónica, y nada más lejano de la niña Layda que a sus 75 años es Dora la exploradora aunque el chasis sea de Cruela de Vil. Ahora bien, si alguno de ustedes concluye que fue un anibalito travieso, con alitas y pancita, el que nos visitó durante el sueño y como vacuna de Bill Gates nos sincronizó el chip, yo guardaría un silencio cómplice, como el de la bancada del MoReNa en el legislativo ante el saqueo de Alito y los rasguños artríticos de Aysa.
Claro, de inmediato saltaron los profesionales de la intriga a descalificar estas manifestaciones repentinas de cariño equiparándolas con un montaje de Loret.
Argumentan que nunca en los 75 cumpleaños anteriores, 40 desde que se sacrifica por Campeche, la niña Layda había recibido un homenaje coral como este, y es cierto, pero eso no prueba que haya habido una instrucción. Nunca aceptaríamos algo así porque el sometimiento al poder es hábito de conservadores fifis neoliberales moralmente derrotados que callaron como momias y son sepulcros blanqueados y beben cocacola, comen chatarra y son reverberaciones infinitas del líder. Se trató, repito, de una feliz casualidad, como casualidad es que el proceso jurídico de Lozoya vaya a efectuarse justo en el periodo electoral del 2021.
Tampoco es cierto que esta felicitación masiva sea parte de la campaña a la gubernatura de la niña Layda, ella no lo necesita para convencer. Desde el 94 cuando fue senadora por el PRI, el 97 cuando fue perredista, el 2000 cuando fue foxista, el 2003 cuando era la Virgencita de la Convergencia al rescate del priista Jorge Carlos Hurtado, el 2009 cuando se colgó de Fernando Ortega y el 2015 cuando fue adelita morena y se llevó los 40 mil votos que resultaron la diferencia entre Alito y Rosiñol, Layda ha acreditado que es una mujer de convicciones inamovibles que lucha por el pueblo bueno y sabio, y si el efecto colateral es que siempre gana el PRI, se jode el pueblo y ella amarra otra curul, el sacrificio vale la pena porque queda la dignidad que no se negocia ni se vende. Hasta la victoria (del PRI) siempre, aunt Jemima.
Que nadie se equivoque: la niña Layda no busca likes cautivos ni compartidos forzados, como insinúan sus detractores, y mucho menos la tocan los comentarios de los portavoces de la infamia; sabe que los campechanos la conocen tan bien como los empleados de El Palacio de Hierro y que toda sospecha sobre ella queda flotando por saturación en su historial opositor.
Hasta aquí llego, réprobos prianistas. Vayan con su maledicencia a otro lado. Sólo un apunte final: a los troles del tal Eliseo, que tan activos han estado hoy día desvirtuando las felicitaciones a nuestra niña santa, les advierto: a su candidato, con sus mustios implantes abdominales, le hace falta muchísimo bisturí para alcanzar los tamaños de nuestra Salomé del Trópico.
Besitos.
Tantán.
Imagen tomada de Página 66 (pagina66.mx)
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.