El domingo, en misa, el padrecito dijo que la nueva ley sobre Violencia simbólica atenta contra la libertad de culto y para ejemplificarlo usó este cuento: si usted tiene un rosario y acostumbra colgarlo del espejo de su carro, ya no podrá hacerlo.
El padrecito mintió.
Falso que se esté cocinando una nueva ley, lo que está, o estaba en discusión antes que a los diputados se les helara el sisifrís, eran adiciones a la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Estado de Campeche.
En dichas adiciones se detalla el significado de Violencia simbólica, que trata más o menos de esto: la difusión por cualquier medio de mensajes, patrones o discursos que naturalizan o justifican la desigualdad o discriminación de la mujer.
Una vez definido de qué va la Violencia simbólica, las adiciones proponen que cualquier evento que promueva estereotipos de género, que evalúe integral o parcialmente la apariencia física de mujeres y niñas, NO reciba recursos públicos.
De tal forma que si la feria del pueblo requiere una reina, elijan reina pero no pretendan que se use dinero del erario en ello. Lo mismo vale para certámenes de belleza, donde la mujer es cosificada hasta el hartazgo, o en los eventos religiosos o en la enseñanza de escrituras consideradas sagradas, donde la mujer vale lo mismo que un trapo: si usted así lo decide, podrá seguir realizándolas sin problema alguno pero sin apoyo gubernamental.
En suma, usted puede seguir siendo felizmente misógino amparado en cualquier religión que profese, pero no con el dinero de todos.
Tomando en cuenta lo anterior, el domingo, en plena misa, el padrecito dijo una mentira del tamaño de una catedral.
Nadie le impide a usted usar el rosario y colgarlo, pegarlo, meterlo donde le dé la gana, y nadie se opone a que le rece con las ganas que le acomoden, siempre y cuando lo cuelgue con su propia plata y le ore con sus propias ganas.
Además, según veo en imágenes, la sarta de cuentas llamada rosario remata en un crucifijo, lo que lo pone a salvo de cualquier adición a la ley porque, dicen, ese objeto simboliza a Jesús, el crucificado, personaje que hasta donde se sabe no era mujer por lo que aquí no se reproduce ninguna forma de violencia de género, aunque la crueldad con la que fue asesinado se iguala en ciertas ocasiones, y en otras queda a deber, si la comparamos con lo que sufren las mujeres en esta fosa común llamada México, donde a diario se cometen en promedio diez feminicidios, algunos de ellos mucho más atroces que cualquier cosa que narren los textos bíblicos.
Creo que uno de los mandamientos ordena “no mentir”, y es fama que la violación de los mandamientos condena a las almas al fuego eterno, pero parece que el padrecito de mi tierra tiene otras prioridades, y le interesa más el engaño demoniaco con fines de manipulación política que salvarse de la combustión infinita y ganarse un lugar en el reino celestial.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.