En el capítulo anterior supimos que el Negro Sansores, que encarnó todos los vicios del PRI que Morena juró erradicar, sería homenajeado por Morena (sección ayuntamiento de Champotón).
Supimos también que la idea del homenaje provino de otro negro, Santini, marido de mi alcaldesa Claudeth, que sabe que con esa glorieta coronada por la estatua de Black Vader le acaricia el ego a doña Layda, lo que significa ganar impunidad y además asegura la reelección.
También nos consta que el negro Santini ha ido más allá del mojón de concreto y su mosca de bronce; que ha profundizado en el legado de don Laydo hasta llegar a la esencia misma del sansorismo y, como parte del aprendizaje, le propinó una tarascada del 30 por ciento a la obra, moche le llaman, y el resultado fue una efigie que representa una versión abreviada de don Jaguaro y que, la verdad sea dicha y contento, es un insulto, un flagelo estético comprimido por la corrupción.
Además de un insulto, hay que decirlo, esa cosa se ha convertido en motivo de burlas de gente muy mala leche, que han insinuado que la dimensión de la estatua no está inspirada en la inmensa carrera política del Negro Sansores, un dinosaurio integrante del Pantano de la Fama de la política nacional, sino en su dimensión humana; peor aún, han dicho que con ese tamañito el Negro podría haberse robado el “San” pero sin el “Lorenzo”.
No obstante, en estos días Layda vendrá a desvelar esa ofensa a su papá. Cada quien su cada cual.
Ahora bien, nos informan que se siguen amontonando las malas cuentas del negrito Santini, que insiste en honrar la sabiduría de Sansores. Al inicio del trienio, le ordenó a Claudeth que colocara en la Dirección de Catastro a un personaje que participó, en ese mismo cargo, en el tristemente célebre gobierno del Perro Arjona.
Y el resultado de esa aberración es evidente.
Hace poco, un notario público respetado en mi pueblo denunció al director de Catastro por “inventar escrituras privadas del fundo legal propiedad del Ayuntamiento”, es decir, por despojar al pueblo de terrenos que le pertenecen. Por la labor, el director y sus aliados cobran 35 mil pesos por documento apócrifo.
Luego se supo que en esa misma dirección hacían arreglos con deudores, a quienes salvaban de multas a cambio de moches en efectivo, afectando la recaudación de la tesorería municipal y metiéndose al bolsillo dinero que debe servir para beneficio comunitario.
Pérense, que falta. De pronto surgió un contingente de invasores de terrenos privados que llega bien equipado, con planos profesionales e instrucciones precisas, y que contiene la intervención policiaca con el argumento de que obedece instrucciones de la presidente municipal.
Y hace dos días, el colmo. Entre sus turbios tejemanejes catastrales el director traspasó un predio que resultó que ya tenía dueño y un templo bien puesto. Por consiguiente, los hermanos peregrinaron hasta el Centro de Recaudación para protestar por el despojo y, de paso, garantizarle al director de Catastro una parcela amplia y soleada en la genitalia del mismísimo demoño.
Han habido quejas por estas artimañas, sí, y el mismo negrito ha puesto cara de que esta calamidad ya creció demasiado, pero hasta este instante no ha hecho nada. La única explicación posible es esta: si Santini no le ha ordenado a Claudeth que despida al responsable del desastre catastral, es porque él también está metido en el fraude. A ver.
Como sea, es bueno saber que las ofrendas al legado del Negro Sansores no se detienen en un monumento, sino que se perpetúan en el saqueo cotidiano a las arcas públicas.
Ya nada detiene este cambio verdadero de 360 grados.
Besitos negros.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.