Jura doña Layda que no hubo correlación entre la cancelación de los audios prohibidos y la determinación de Alito de arrodillarse frente a Obrador para arrullarle los sabañones con tiernos lengüetazos.
Repito: según la versión de doña Jaguara, es falso que entre una cosa y otra haya habido acuerdo, orden de arriba o cálculo político; todo fue, asegura, una perrada de la casualidad, dos eventos aleatorios que confluyeron milagrosamente, un acontecimiento fascinante originado por una extravagancia astral: el ingreso de Tauro en los rincones de Virgo que huelen a Piscis.
Por supuesto, para que la fábula de la Salomé del Trópico sea creíble es obligatorio que nuestro nivel de imbecilidad sea el mismo que el del Secretario de Economía Estatal, Fernando Gamboa, el que dijo que Campeche es como Monterrey pero al revés. o quizá necesitemos ir un poco más profundo, rozando el drenaje mental de doña Marcela.
Y es que aun concediendo que entre la suspensión de los audios y el tórrido romance entre el Peje y Alito pudo no haber vínculo, la píldora se vuelve intragable cuando, aparte de las ausencias en el Martes del Jaguar, Alito también fue bendecido con la congelación del proceso de desafuero y con el entierro burocrático de las carpetas de investigación que se llevaban en su contra, además de que todos vimos cómo los diputados guindas, de uno en uno, fueron hasta su curul para darle la bienvenida a la secta obradorista y escuchamos a Ignacio Mier, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, defender su inocencia y convertirlo en Prócer del Bienestar con licencia para portar packs, y a Norroña eximirlo de sus pecados y a etcétera.
Lo dijo Amlo: en este país ninguna transa sucede sin que lo sepa y bendiga el presidente, y esta fue una transa tan grande que hasta el oligofrénico de Marko Cortés, el dirigente del PAN, la captó a medias. Por tanto, es más que obvio que el recule de Layda y todo lo demás provino de la misma fuente de gracia que por estos días anda empeñada en el disparate de pacificar Ucrania. Fue una instrucción de Palacio Nacional. Fue el divino designio de la Tlayuda Dictatorial la que salvó a Alito de la cárcel a cambio de militarizarnos hasta las zonas erógenas.
Por lo anterior es que ese cuento de la casualidad no sólo se nos atora en el entendimiento, doña Layda, sino que todos estamos de acuerdo en que es una bofetada al sentido común y un insulto grotesco a la inteligencia de los campechanos. Por eso es que me atrevo a decirle que, frente a sus gobernados, su versión fofa y ridícula de los audios tendrá el final que merece y en sus propios términos musicales: su rugido, mentirosillo, se la pelará, pelará, pelará ra ra.
Besitos tos tos.
Tantán tan tan.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.