Desde hace algunas semanas, cuando Fernando Ortega supo de la visita de Peña Nieto a Paraguay y del bulto que le iban a llevar, empezó a abonar la tierra para su regreso triunfal a Campeche. Envió mensajes a su equipo y amigos deseándoles feliz año y otras buenaventuras que rompieran la capa de hielo que se formó durante los dos años de exilio, y lo mismo hizo su esposa quien, además, se dejó ver en restaurantes y otros lugares públicos.
Ayer, Videgaray y Peña Nieto se presentaron en Paraguay con el bulto, el gobernador Alito Moreno, al que acarrearon para que besara la correa del Purux. Aunque Alito lo odie y lo haya perseguido en la prensa y castigado a sus incondicionales, las circunstancias exigen unidad.
El PRI está liquidado en todo el país y en Campeche las cosas pintan igual. El nuevo chip ha caído a los campechanos como un supositorio bañado en salsa de chile habanero con guarnición de espinas y estoperoles. Con esos antecedentes, y con Meade encaramado en una candidatura que no prende ni con anfetaminas y reguetón, urge rescatar senadurías y diputaciones federales para impedir que AMLO revierta las reformas estructurales y otros negocios del priismo. Cierto, la entidad puede representar poco en porcentaje de votación, pero aporta su buena cuota de legisladores.
Por eso Peña y Videgaray cargaron con Alito y lo llevaron hasta Sudamérica, para que ofrendara incienso y mirra a Fernando Ortega, operación cicatriz le llaman, y conjuntaran esfuerzos para salvar lo que esté a la mano. Así se hizo. La frente retacada de botox de uno dio de de topes en el prominente ombligo del otro.
Pero Alito tiene el ego de una quinceañera. Una vez terminada la ceremonia ordenó a su equipo que desaparecieran de todas las fotos a Ortega, un berrinche idiota que en nada le ayuda a él ni al sobrino que quiere imponer como senador ni a su gobierno ni a su partido. Un berrinche que en tiempos de redes sociales es un pecado global. Desde hace horas circulan por la redes sociales las fotos trucadas por orden suya y las originales, y a estas alturas media cristiandad ya está enterada del ridículo más reciente del gobernador campechano, que en cuestiones de madurez política es todavía una maqueta a medio hacer.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.