Después de casi tres años de sumisión perruna a mi alcalde José Luis Arjona, el Cabildo decidió denunciarlo por diversas anomalías: ha faltado a más de dos sesiones ordinarias y extraordinarias, no se han cumplido acuerdos propuestos, a pocos días para el informe no tienen datos sobre la ejecución de los programas federales, obra pública y bla bla bla.
Obviamente, algo huele a podrido en Dinamarca. ¿Por qué hasta ahora el cuerpo edilicio protesta contra la rata Arjona y sus delirios de dictador tropical?
Una primera explicación sería esta: los regidores sintieron el vientecito de la Rosa de Guadalupe y milagrosamente regresaron a la región donde la gente es pobre pero honrada y, según Los Bukis, se sabe querer. Más o menos lo que le sucedió a Layda, que encontró en el Peje su camino a Tabasco. Amén.
El problema con la versión anterior es que yo no creo en dioses ni virgencitas, y Los Bukis me producen episodios epilépticos. Así que mejor le busco otra razón al fenómeno: a punto de finalizar la temporada de vacas puruxas, los regidores ansían darle un último y sustancial rasguño al erario.
La dificultad con eso es que la piedra se topó con cocoyol: José Luis Arjona anda en las mismas, escudriñando hasta con microscopio qué le falta por robar, y a estas alturas una exigencia de dinero no sólo no es viable sino que puede detonar sus impulsos homicidas. Si los regidores insisten en quitarle un pedazo del pastel, aunque sea un veloz dedazo al merengue, pueden amanecer flotando en un bache y el problema será saber en cuál. Posiblemente nunca los encuentren.
El desprestigio del Cabildo tampoco ayuda en su intento de llevarse una liquidación clandestina. Nadie le cree y existen motivos para ello, porque la demasiada ambición y poco seso de los regidores fue aprovechado por Arjona para usarlos como quiso, dándoles, a cambio, migajitas de amor.
Por ejemplo, a uno de ellos, constructor según él, le dio tres o cuatro obras pequeñitas, de 350 mil pesos, para que se entretuviera. A otro lo sacó del tanque las veces que fueron necesarias y lo apoyó cuando la demanda de divorcio y manutención que le interpuso la esposa lo estaba arruinando.
Además, Arjona regaló a los integrantes del Cabildo tres tarjetas de débito por piocha, a nombre de cuentahabientes fantasmas, en las que el ayuntamiento depositaba 3 mil 500 pesos quincenales por plástico. Con eso, cada uno recibió 21 mil pesos mensuales además de su salario, de 36 mil pesos. En total, 57 mil pesitos cada 30 días más los pagos subterráneos por aprobación de cuentas, viáticos, ayudaditas, ayudadotas, caja de ahorro y aguinaldos.
A cambio de eso, Arjona trató al Cabildo como si fuera su esposa. Lo humillo con saña enviando a las sesiones a otros engendros de su manada, el Oficial Mayor entre ellos; nunca cumplió acuerdos ni informó un caraxo, y hasta manipuló las obras públicas para beneficiarse sin importarle la opinión de los regidores y sin que estos pusieran traba alguna.
Una de esos casos es el de la constructora de Luis Augusto, hermanastro del alcalde. Samara se llama la empresa, es el equivalente a Higa para José Luis Arjona y le reditúa un millón de pesos mensuales, según dice cada vez que el trago le afloja la cordura. Todo esto se supo desde el primer segundo de esta opereta municipal, pero el Cabildo prefirió comerciar su silencio.
Por eso ahora, sin credibilidad que lo respalde, el intento del cuerpo edilicio por darse baños de honestidad sólo provoca que el respetable se wishe de risa y el alcalde no sienta ninguna presión por erogar los 500 mil pesos del bono trienal.
A fin de cuentas, ¿qué pueden hacer los regidores? Arjona sabe que nada. Los usó, los hizo cómplices, los embarró de mierda y los tiró a la basura. Ahí van a quedarse porque, en justa retribución a los engaños, los destrozos y la rapiña, los champotoneros no estamos dispuestos a reciclar la confianza en estos regidores en estado de putrefacción.
Besitos.
Tantán.
Post scríptum: si alguien me pregunta si detrás de la denuncia del Cabildo está Raúl Uribe Flores, principal interesado en dar a conocer la porquería que va a heredarle Arjona, les respondo que no, para nada, nunca, jamás, never. El gordo Horrible es inocente, se los juro por la virgencita.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.