Julión Álvarez saludó a los campechanos durante su concierto en Carmen y eso despertó de nuevo la controversia sobre si los carmelitas son o no son, una de las tantas formas que nos deparó el azar para perder el tiempo.
Visto con seriedad, nunca he entendido el porqué de esa discusión.
Por remitirnos a los tiempos recientes, los carmelitas votaron por Purux, cuya virtud más preciada era presumir ser un mataperros campechanos por los cuatro costados, aunque tratándose de quien se trata, es mejor referirse a un círculo cuyo centro esta en todas partes y la circunferencia en ninguna.
Y Purux les dio a Chely Escalante y a Enrique Iván, dos personajes de rancio abolengo que gobernaron con tal saña, con tal voracidad, que parecían odiar a su isla.
Con esos antecedentes, y muchos más que podemos encontrar sin esforzarnos mucho, de Fuentes Mena a Pablo y de Seara a Rosas, los carmelitas no necesitan enemigos fuera de los contornos de la isla: los tienen ahí.
Y para colmo, los engañó Amlo, los despreció Layda, y no obstante votaron por Morena en las elecciones pasadas, fenómeno incomprensible para este escribidor; es como si la hormiguita del refrán votara en favor del elefante paciente y salivoso.
Y ahora son víctimas de otro engaño.
El saludo de Julión pudo haber sido una sugerencia de Pablo, y si no lo fue, el juego le salió derecho, porque el alcalde está jugando ya fuera de su envase territorial.
Está jugando en el macizo continental porque quiere ser gobernador.
Por eso es que está buscando aliados en la capital y en los municipios para conformar su estructura política, una que lo respalde cuando llegue el momento de retar a Layda y al Seso, o que se integre a su candidatura vía Morena si lo dejan pasar los Sansores.
Y esa estructura es pagada por el ayuntamiento de Carmen.
Y por eso es que buscó al líder del sindicato de los Tres Poderes y le ofreció el oro y el moro a cambio de eventos proselitistas en cada uno de los municipios y ante los empleados estatales.
Pable sabe que tiene Carmen pero que está glacialmente frío en el resto de la entidad, así que con dinero de los isleños piensa vagar por todos los rumbos de Campeche para hacer méritos electorales.
Y por eso es que en esta edición de la feria de Carmen trajo a tantos artistas de renombre, entre ellos Mijares y el propio Julión.
Pablo sabía que con eso atraería a los campechanos; que los shows, patrocinados con marmaja de sus gobernados, le serviría como pasarela política para ganar difusión y simpatías, que un pueblo que cree que Julión canta y que la Selección de fútbol juega fútbol, es capaz de creer que Pablo es un político bueno y generoso.
Arribamos aquí al inicio de este texto: Julión saludó a los campechanos en Carmen tal vez porque no conoce el drama ridículo del gentilicio, tal vez porque se lo pidieron, en cualquier caso tuvo razón: el evento era para los campechanos a los que quiere enamorar Pablo.
Lo único que corrió a cargo de los camelitas fue el patrocinio. Fuera de eso, Pablo y el presupuesto, como el saludo de Julión, ya no les pertenecen.
Besitos champotoneros,
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
