Mientras Mily elegía productos en los anaqueles del súper, yo empujaba el carrito con Abel como pasajero y en la otra mano el celular. Iba leyendo las notas sobre Rosario Robles, sus desvíos de miles de millones de pesos en Sedesol y Sedatu a partir de una muy compleja ingeniería, y los 700 millones de pesos en efectivo que desvaneció en camiones de valores a nombre de ilustres desconocidos.
Por el pasillo de lácteos llegué a un texto acerca de la intención de Monreal, líder del Senado, de iniciar una investigación contra Chayito, me seguí con la declaración de AMLO que lavó de todo pecado a la Robles, achacó todas las culpas a los jefes y comiéndose las eses la nombró chivo expiatorio, y por el rumbo de las galletas con fibra leí el contundente sí pero firme no y poderoso quién sabe con el que la cámara de senadores resolvió crear una Comisión Especial para dar seguimiento a las tracaladas de la chiva Chayo, pero abandonando la intención inicial de aprobarla hoy mismo, martes 18 de septiembre, para arrumbarla hasta nuevo aviso.
Más o menos en el momento en que leía los ires y venires de los senadores, que por la mañana niegan permisos a Velasco y por la tarde se arrepienten de investigar a Rosario, Abelito me señaló la lechita de chocolate. Se la di y percibí en sus ojos la intención de abrirla ya, así que le dije que primero teníamos que pagarla porque de lo contrario un policía nos llevaría a la cárcel. Apenas dicho lo anterior pegué una carcajada tan estridente que una ñora pensó que me acababa de enterar del nombramiento de Cindy Saravia como rectora. ¿Qué aborrecibles técnicas para el fracaso le estoy impartiendo al fruto de mis entrañas, carajo? Mira que hay que ser idiota para enseñarle a ser honesto cuando el camino a la abundancia es dedicar la vida al fraude hasta merecer el nombramiento de chivo expiatorio. No tengo remedio.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.