En la homilía matutina de AMLO, Alfonso Durazo reportó que entre los gobernadores que no asisten a las reuniones del Gabinete de Seguridad está el sustituto de Alito Moreno en Campeche, un tal Aysa, el mismo que al llegar a gobernador estrenó un despiadado trabajo dental que produce un extraño efecto óptico: el de una boca adolescente incrustada en una ciruela pasa.
Que Aysa no se presente a las convocatorias de AMLO y Durazo puede deberse a una lógica implacable: esos concilios son inútiles tomando en cuenta el aumento de la delincuencia en el primer año de 4T, que tiene al país sumido en el espanto y la sangre. El cambio de régimen, pregonado por los cuatreros, ha tenido su principal revés en la macabra continuidad de la barbarie.
Y la lógica de Aysa debe verse reforzada por los datos que le aporta el Fiscal Juan Manuel Herrera, quien ha logrado comprobar mediante equilibrismos judiciales que el delincuente es siempre la propia víctima.
Tripulado por esa ilusión, Aysa no pierde el tiempo en “rebuzniones” sin sustancia ni derrocha en Seguridad; de hecho, en el presupuesto del 2020 le retiró dinero a la Secretaría de Seguridad Pública a pesar del déficit policiaco de 1.7 elementos por cada mil habitantes y de tener uno de los cuerpos de policía peor pagados del país. En cambio, invertirá 234 millones de pesos en Comunicación Social.
Es simple, para qué reclutar policías y pagarles lo debido si existe un sistema anticrimen mucho más efectivo: la compra de la prensa. Que las primeras planas silencien la desgracia, conviertan el homicidio en suicidio y el robo en autorrobo como proclama el fiscal Herrera.
La táctica es risible en tiempos de redes sociales, además de riesgosa por efímera, pero qué caraxo: en poco tiempo, cuando la poderosa granada de fragmentación de la realidad despedace la simulación mediática, Aysa ya no será el sátrapa segundón y habrá retornado a su eterna invisibilidad, al punto de que quien tenga que lidiar con la delincuencia en auge a partir del 2021 se justificará culpando a Alito.
La violencia es una verdad incuestionable. Los últimos acontecimientos en Carmen, el decomiso histórico de cocaína, la guerra sórdida que se libra en Candelaria y regiones aledañas, las aeronaves del narco, el creciente número de feminicidios y tantos otros horrores son parte ya de la narrativa del estado: datos recientes del gobierno federal nos ubican con un incremento por encima de la media nacional en cuanto a muertes violentas por cada 100 mil habitantes: siete.
Y vamos a empeorar, hijitos de mis entretelas, porque la expansión del crimen organizado es imparable y porque, en una desafortunada coincidencia, la única estrategia del relevo de Calígula Moreno Cárdenas, el engaño sistemático a través de la prensa cautiva, es tan inoperante como los abrazos de grueso calibre que receta el gobierno de AMLO.
Ojalá que no, chitos, pero creo que por obra de la incapacidad y la frivolidad de la federación y del gobierno local, muy pronto estaremos inmersos en una situación casi tan aterradora como ese elemento disruptivo de la continuidad espacio-tiempo: la dentadura nueva de Aysa.
Besitos.
Tantán.
