Ayer algunos campechanos, defendiendo su derecho a ingresar al concierto de Maluma, se rebelaron contra la mala organización del carnaval con el arrojo que nunca han mostrado cuando les niegan otros derechos y el culpable es el mal gobierno.
Ayer, ante la sublevación de algunos campechanos, la policía se comportó con la eficacia que le ha faltado ante la ola de robos y otras formas de delincuencia que se han multiplicado en la entidad.
El carnaval de los tiempos felices derivó en esta cosa sin chiste, una feria sin santo patrono en que las atracciones principales son artistas de probeta. Pero ayer nos asomamos a lo que fuimos, sólo que en lugar de la monarquía fársica, la reina rumbera y el rey briago, hubo un pueblo sediento de justicia que marchó rumbo a la Bastilla en nombre de Maluma, y una policía que tiró la boleta de infracciones y trabajó para mantener la seguridad y el orden. Las dos partes jugaron carnaval como es debido. Ellos sí merecen su cruz de ceniza.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.