Le va mal a los carmelitas bajo el yugo de los campechanos, y parece que su suerte es quedarse así, sometidos, por siempre.
Por ejemplo, entre 2015 y 2018 varias empresas importantes intentaron instalarse en la isla: Bimbo, Gamesa, Boxito; pero la orden de Alito era tajante: no.
Y ante la instrucción de Alito, la delegada de Semarnat, oriunda de Carmen y con ganas de senaduría, negó los Manifiestos de Impacto Ambiental y advirtió a los interesados que el único lugar donde podían armar su circo era Sabancuy.
Con la llegada de esas empresas se hubiera atenuado la crisis económica en que cayó Carmen tras la Reforma Energética, pero en Campeche trazaron otra ruta para la isla, la que perpetuaba el desastre, y esa ruta se impuso.
Luego arribó por aquí Obrador, con sus espléndidas promesas de campaña, aquello que, según el mismo personaje, hay que decirle a los votantes aunque sean mentiras, y prometió que las oficinas de Pemex vendrían a la isla.
No llegó Pemex pero sí aterrizó Layda en el gobierno estatal y, de acuerdo a confesión propia, ella impidió que Obrador honrara su palabra, le dijo que oficinas de Pemex no, nunca, señor presidente, porque Pablo Gutiérrez se quejó del demasiado tráfico que ya existe y que empeoraría con el advenimiento de la burocracia petrolera.
Además, recordarán ustedes, Layda tiene una percepción un tanto fea de la isla, la desdeña, le llama “inche islita”.
Ah, pero la Sansores necesita hoy, desesperadamente, de ustedes, carmelitas.
Por sus torpezas de gobierno, por su defensa de Marcela, por sus chilangos depredadores, por su vulgaridad, indiferencia y estupidez, Layda tiene perdido el norte del Estado, la capital también, Champotón, el segundo municipio con mayor cantidad de votantes, está en veremos pero pinta feo para Morena, así que sólo le queda Carmen y los diputados que ahí pueda rescatar para salvar su sexenio.
Así que ustedes, carmelitas, decidirán la suerte de la Salomé del Trópico.
De Carmen depende que la jaguara quede en gata o que se atornille en el poder, joderladrona todavía, para que los campechanos sigan castigando a la “inche islita” a la que tanto deben y con tanta soberbia menosprecian.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
