Una urgencia recorre la entidad: cobrar los agravios históricos al PRI y, en especial, cobrarle las infamias a su representante más enfermo, Alito.
Nos urge saldar cuentas con esos que fueron azote sexenal y ahora son fantasmas, que nos deben las décadas de empobrecimiento, atraso y cinismo con que construyeron sus fortunas. Nos urge finiquitar con Alito las maquetas, las obras caras e inútiles, la paranoia que cargaba al erario decenas de guachomas, camionetas blindadas, armamento de guerra y la ridícula zona de seguridad en torno al fraccionamiento donde construyó esa casa con escalera de cristal que es la suma de todas sus frustraciones, la píldora de concreto y mal gusto con la que pretende olvidar su infancia de nómada hambriento; y, sobre todo, es indispensable pasarle factura por el gasto sideral en la promoción de su imagen, esa fantasía alucinante hecha de botox, colageno e implantes, mientras los hospitales eran desvalijados y convertidos en rastros públicos.
Más allá de partidos, de alcaldes que son caricaturas de sí mismos y virgencitas de reciclaje sexenal, los campechanos van contra el PRI y contra el maleante que el Nuevo PRI encumbró. No hay vuelta de hoja.
Ahora bien, siguiendo las encuestas sólo hay dos sopas en la mesa electoral del 2021: Layda o EliBB, es decir, el regreso del cacicazgo sansorista o la invasión del capital yucateco que quiere un gobernador propio, que no pida moches ni participaciones accionarias a los inversionistas. Pero ¿quién nos garantiza el confinamiento de la rata?
EliBB es creación de Alito, es su amigo, fue su aliado en el legislativo donde defendió la “estrategia” de seguridad, que sólo él veía, y votó a favor los presupuestos absurdos en los que se rasuraba el gasto en sectores prioritarios, como Salud y Educación, para incrementar el derroche en el culto a la personalidad vía Comunicación Social.
Además, Alito fue el principal activo de EliBB en la campaña del 2018: fueron los ataques obsesivos de su textoservicio los que blindaron y popularizaron al karateca furioso, amén de ponerle enfrente al Gallo Claudio, una entidad refractaria a la simpatía que no le ganaría una elección a Hitler en Tel Aviv. Por ahí no habrá lavado de afrentas. Veamos el otro caso.
Layda, mi niña, viene altísima en las encuestas, no por ella sino por la conjunción del efecto AMLO, el defecto PRI, la Alitofobia y los programas sociales que distribuyen dinero en cantidades fluviales. A pesar de la mala fama del MoReNa local, controlado por Aníbal y sus rufianes, los factores mencionados mantienen arriba a la Salomé del Trópico, ella es la elegida de los campechanos para castigar vilezas. Pero hay un problema.
El sobrino de Layda, Seso Loco, fue el encargado de las redes sociales y otras brujerías cibernéticas durante el gobierno de Alito. Por ejemplo, esas páginas en Face que posteaban imágenes del Mataperros apuntando al horizonte, como supervisando atardeceres, eran su obra. Algo pasó, hubo ruptura y Seso tomó el rumbo de la alcaldía Álvaro Obregón desde donde nos ha deslumbrado con otras ideas geniales, como las videofelicitaciones masivas y rigurosamente espontáneas a su tía por parte de la feligresía.
Seso está casado con América, que fue secretaria de Finanzas de Alito, es decir, la responsable de los dineros y su caótico desperdicio durante cuatro desgraciados años. Algunas pringas le deben haber tocado a la señora, tal vez porque Alito la embarró, o porque se embarraron, vaya usted a saber, el caso es que hay materia para configurar un caso judicial.
Puesto el escenario, imaginemos a Layda gobernadora. Qué conflictos tendría para cumplir con los sueños justicieros de los campechanos porque al perseguir a Alito por ladrón involucraría a su sobrina, la esposa de su Sesito Loco, que también participó en el festín. Sería una traición a la tradición familiar. Una perrada contra los de su misma especie. Un soplo de honestidad a su linaje. Mejor no.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.