En el video, un diputado de Morena en busca de la reelección, Antonio Jimenez, es insultado por los vecinos de una colonia, gaje del oficio, pero el festín de improperios escaló hasta encontrar a la mamá del legislador, y eso me parece grave.
Meterse con las mamás es una vulgaridad, es hábito de gente ordinaria, es una patanería que le queda perfecto a alguien de la calaña de Layda Sansores, nuestra goberladrona, que acostumbra a mentar madres lo mismo por las privatizaciones que por los reclamos de los policías contra Marcela Muñoz, y ni modo: así fue educada la doñita.
Pero las malas mañas de la jaguara son cosa de ella, no del pueblo campechano.
Ella puede remojarse feliz en el lodo que vomita, está entrenada, pero los liberales y heroicos no pueden permitir que su lenguaje replique el del inframundo político.
Somos mucho, mucho más que los audios de Alito y las laydadas de la hija del cacique.
Ganarles no sólo es votar en contra de ellos, también es evitar que nos degraden hasta que lo que somos y lo que son acabe mezclado en la misma fosa séptica.
Establezcamos la diferencia, tengamos madre.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.