Esta es la lista de Caníbal Ostoa con sus propuestas para alcaldías y diputaciones. Como pueden ustedes observar, todos los ahí mencionados pertenecen a la ganadería del profe, es decir, son esclavos voluntarios de las condiciones térmicas de su genitalia.
Es un mero trámite pero no está de más contarles que los nombres propuestos por Caníbal tendrán la aprobación de mi niña Layda, y les advierto: los morenos que no pertenecen al clan Trevi-Andrade versión Pichito Amoroso no tienen ninguna oportunidad de participar en el proceso electoral que se avecina, ni siquiera el pobrecito de Ucán a pesar de que aprendió rápidamente que, en lo referente al maquillaje, menos es más.
Si usted es moreno, ha trabajado incansablemente por la 4T, siente que tiene el amor y, lo más importante, el voto del pueblo bueno y sabio de su lado, pero no aparece en esta lista, ni se moleste en visitar a Layda para hacerle saber sus quebrantos. Hace mucho que la Sansores es una actriz regenteada por Ostoa cuyo papel es plantar besos radioactivos y decir: “Mi niño”
Alto ahí: tampoco es el fin del mundo si no lo incluyeron entre los escogidos, mi niño, porque el Morena no es ya garantía de triunfo. Layda, que desde hace mucho abandonó su envoltura carnal en algún quirófano, es una entidad sintética cuyo destino político depende del soplo de vida de AMLO, que cada vez es menos intenso, y del rencor que los campechanos sienten por Alito, rencor que sigue siendo una importante ventaja pero que Caníbal está desbaratando velozmente a partir de vilezas de indudable inspiración prianista.
A cinco meses de distancia de la votación más importante de nuestra historia reciente, los campechanos sólo tienen que sumar uno más uno para saber que el futuro será tan siniestro como este presente de maquetas y sobrinos oligofrénicos, porque el Morena de “La Salomé del Trópico”, más que cambio, representa una continuidad bizarra encarnada por una faux queen.
Listo.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.