La promiscuidad política de Pablo

A finales de 2018 platicamos con Pablo G. Lázarus y nos contó esto: cuando le tocó entregar oficina a Oscar Rosas, quiso tener una cortesía y darle un paseo por el despacho, pero el otro se negó y lo urgió a que se fuera para que entraran tres señoras vestidas de blanco, que llevaban veladoras, cintas y gallinas negras para hacerle una limpia al recinto.

Nos reímos de la ignorancia de Rosas y quedamos de acuerdo en que era un idiota, y como ustedes saben, la idiotez es una enfermedad incurable, progresiva y mortal.
Además de idiota, Pablo sabe que Rosas es muy corrupto.

Lo sabe porque a partir del arribo al ayuntamiento de Rosas Pablo se dedicó a señalar los errores y los robos del alcalde a quien llamó Rosita Fresita, cosa que no podemos poner en duda porque ojo de loca no se equivoca.

Me detengo aquí para explicar algo: Pablo puede pasar a ratos como un tipo agradable, un doctor Jeckyll muy buena onda, pero de pronto puede transformarse en el anorgásmico señor Hyde. Es como quinceañera tres horas antes de su fiesta.

Continúo aquí: Pablo construyó su retorno a la alcaldía en 2021 haciendo, primero, campaña con MoCi. Pero un día se alejó de los naranjas y nadie supo el porqué. Y eso que había recibido cientos de despensas para hacer campaña adelantada.

Abandonó a Eliseo y sus grupis y se fue con Layda, que lo hizo candidato.

A partir de aquí cambia todo, Rosas emerge o Pablo se hunde, como gusten.

Y es que al volver Pablo al municipio llega también Eduardo Vela Magaña, primer regidor pluri, un personaje vinculado con Óscar Rosas desde su etapa como senador.
Y Vela importa porque, desde la relación entre él y Pablo por cuestiones del cabildo, la animadversión entre Rosas y Lázarus se convirtió en una alianza muy perversa, que usa en su provecho a los priistas todavía leales y a los morenos que continúan cegados y fieles a la 4T.

Las pruebas de ese nuevo maridaje son varias: Pablo no investigó a Rosas, a pesar de que durante sus tres años como opositor reveló sus desvíos y de que prometió en campaña que lo metería a la cárcel. Y Rosas correspondió imponiendo como candidata del PRI a una señora que tiene como misión facilitar el triunfo de Pablo.
Y además, en este intento de reelección, Pablo presentó como su suplente en la alcaldía a Vela Magaña, es decir, a Rosas. Alcalde y exalcalde estarían unidos en el mismo ayuntamiento.

Esas son convicciones, caraxo, y si no les gustan Pablo y Rosas tienen otras.

El guión del siguiente trienio es fácil de imaginar:

De ganar esta elección, Pablo iría en 2027 por el gobierno del Estado, Vela sería alcalde y pondría a disposición de Lázarus los recursos de Carmen para su campaña, al mismo tiempo que prepararía el regreso oficial de Rosas y su equipo al municipio.

Así, independientemente del destino de Pablo en su lucha por la grande, siempre les quedaría la isla como caja chica. Caso hegeliano este: Lázarus y Rosas sintetizados en la aspiración de mantener cautiva a la isla.

Es por eso que, me parece, los carmelitas deberían considerar con cuidado esta elección.

Esta es la oportunidad de decirle a Pablo que ya se sacrificó lo suficiente por Carmen, que hay vida más allá del cargo político, que se vaya en paz.
Porque aquel que llegó en 2015 prometiendo cambios intenta hoy aferrarse al poder cuando ya no tiene nada que ofrecer, tal y como lo hacían aquellos políticos rancios a los que criticó tanto; y lo peor: para mantenerse en la silla Lázarus no ha dudado en liarse con gente que no hace mucho repudiaba, gente que sabe idiota y además corrupta.

Por eso, les digo, es necesario votar para botar a Rosas de una vez por todas y para salvar a Pablo de sí mismo: lo que necesitan no es más poder sino tres señoras con veladoras, cintas y gallinas negras que les hagan una limpia profesional, una desinfección de almas que le saque para siempre el chamuco del poder que los tiene enloquecidos.

Besitos y amén,

Tantán.