Si no tenemos servicios públicos de calidad, si la educación de nuestros hijos tenemos que apuntalarla con donaciones a Becalos y otras instancias, una más turbia que la otra; si con todas las sospechas rete bien fundadas de ser un mecanismo de Televisa y empresas participantes para evadir impuestos, el Teletón es la única esperanza para los minusválidos de este país de, por lo menos, ser tratados con cierta humanidad, entonces ¿para qué han servido los impuestos que pagamos año tras año y los incrementos que también, año tras año, nos suministra el gobierno?
Una parte de ese dinero, lo sabemos, ha ayudado a construir la inacabable fortuna de nuestros hombres públicos, de Hank González a Carlos Slim; y otra parte es gastada inútilmente en absurdos como éste.
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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.