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Las jaguaras mordelonas

En los tiempos de Alito, el puente de Champotón se convirtió en otra vía para robar operada por la propia policía. En automático, todo vehículo con placa foránea era orillado para asestarle al conductor una mordida salvaje, papá, bestial.

Pero la parte estelar de esa industria llegaba después de las cuatro de la tarde. Entonces los polis detenían a todos, de aquí o de allá, y con tus documentos en la mano te advertían que no te los regresarían, si querías recuperarlos tendría que ser hasta el día siguiente porque la comandancia ya había cerrado, y sobre esto último quién sabe, porque podían perderse en el papeleo.

La única forma de seguir tu camino era pagando 400 pesos.

Y mientras el ritual depredatorio tenía lugar, la fila de coches se alargaba infinitamente.

En época vacacional la cosa empeoraba y la cola de potenciales extorsionados alcanzaba a cubrir los cinco kilómetros del malecón y algo más. El puente fue convertido en estacionamiento, con todos los riesgos que implica.

Pero eso era en tiempos Alito, que es bien “corructo” y toma vodka de tamarindo.

Cuando se fue sufrimos un rato a Aysa, que no prestó atención a lo anterior; prefirió dedicarse a temas más afines a su enfermedad mental, como las compras simuladas de medicamentos contra covid para que la muerte del mayor número posible de campechanos le redituara unos pesos.

Y después de Aysa emergió el Cambio Verdadero: nuestra Laydita, hija del “maiz”, raya restaurantera, jaguara de fuego que lleva 32 implantes solares en el alma, llegó al poder. ¿Cómo va el asunto del paso por Champotón? Exactamente igual que con los prianistas.

Le pregunté a nuestra representante en el congreso, la morena Alejandra Hidalgo, sobre este lío que ha generado cualquier cantidad de quejas.

Ella respondió que veía muy bien los reductores de velocidad porque en ese lugar se habían registrado varios accidentes, y que si alguien tenía algún reclamo sus dos casas de gestión, una de ellas en Xbacab, están abiertas.

Respuesta perfecta la de Alejandra a una pregunta que no formulé.

Yo no critiqué ni cuestioné los reductores ni el paso peatonal, que supongo necesarios; y de los accidentes que menciona no he tenido noticias, pero creo que los incluyó en su cuento para amparar las medidas de Marce Muñoz, a fin de cuentas una funcionaria de la 4T a la que es obligatorio justificar por complicidad de gobierno y partido.

Yo pregunté puntualmente sobre extorsiones policiacas.

Porque no hay que darnos tantas vueltas por Xbacab, diputada Hidalgo: en tiempos de Alito no había reductores ni conos, sólo maquetas, y el problema era el mismo porque el epicentro de estas canalladas ha sido siempre la muy corrupta policía campechana, que ahorca el tráfico para robar.

Juntando 2022 y 2023, Marcela y sus pirañas uniformadas tendrán mil 200 millones de pesos, un presupuesto tan grande como su fracaso: la criminalidad se ha incrementado en más del mil por ciento. En temas de seguridad doña Jaguara ha construido un desastre carísimo.

Pero tampoco seamos pesimistas, no todo ha empeorado.

La tortura de pasar por Champotón es ya una tradición bien cimentada, como la feria de San Román, y además el imperio de bandidaje que legó Alito alcanzó cierto grado de sofisticación con el cambio verdadero: ahora la muy profesional policía de la bella y sensual Marcela usa una escenografía cinematográfica: conos, lucecitas, patrullas y vibradores, para asestarle a los conductores unas mordidas salvajes, papá, bestiales.

Como escribió Lope de Vega: Tanto pedo para cambiar aguado.

Besitos.

Tantán.

Por cierto uno: las extorsiones policiacas son alentadas, encubiertas y administradas por Layda Sansores, no hay de otra, porque es imposible que ella desconozca las transas de Marcela, como imposible resulta que Calderón ignorara las de García Luna, según la palabra sagrada del hijo de los cuatro puntos cardinales y de la tlayuda mística, López Obrador.

Por cierto dos: no le he preguntado al otro diputado de aquí, a Elías Baeza, sobre los asaltos en el puente. Tampoco tengo muchas esperanzas: si bien llegó a la legislatura por vía pluri bendecido por MoCi y Eliseo, luego se distanció del karateka frenético y ahora es amigo cercano del roquero atrapado en un cuerpo de cumbanchero, Alejandro Cazarín. Lo normal es que Baeza apoye el pillaje de los marcelos, pero voy a buscarlo para preguntarle qué opina y les cuento.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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