Como les comenté en un texto anterior, el conflicto limítrofe con Q. Roo terminó en noviembre de 2013 cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidió en favor de Campeche. Nuestra franja fronteriza quedó a salvo desde entonces y goza de cabal salud. Lo que continúa es el problema entre Q. Roo. y Yucatán en el que nosotros jugamos el papel de tercero interesado a petición de los yucas, que quieren apoyarse en el fallo de la SCJN en nuestro favor para detener las intenciones expansionistas de sus vecinos.
A pesar de lo anterior, el Viscoderm (sustituto del botox) Carlos Miguel Aysa ha colocado el tema limítrofe en el centro del debate y ha puesto al textoservicio, a los alcaldes y a todo aquel bajo su autoridad a participar en esa comparsa. Es extraña esta obsesión por retomar un pleito ya enterrado y se me ocurre que la única razón para ello es enterrar algún asunto peligroso que está muy vivo, pero ¿cuál?
Hace unos días parecía que la cruzada bélica de Aysa pretendía traspapelar sus declaraciones sobre los feminicidios en Campeche, ese chiste que resultó macabro dado el contexto nacional, que no está como para ensayar comedias, y mucho menos cuando aquí el problema es tan delicado que a finales de 2018 la Secretaría de Gobernación lanzo Alerta de Género en ocho municipios, alerta que, por cierto, fue despreciada por Alejandro Moreno, el mismo que ahora, desde el PRI, se presenta como defensor de las mujeres.
Pero no sólo los chistes de Aysa merecen ser escondidos, también la actuación de la Vicefiscalía de Carmen de hace dos semanas necesita ser archivada. Las huestes ministeriales fueron a concretar el desalojo de un terreno y capturaron a diez niños de entre siete y ocho años, y a una niña de dos años, a los que mantuvieron encerrados ocho horas. Durante ese tiempo, los niños fueron obligados a permanecer echados en el suelo, bocabajo; no recibieron alimentos y poco antes de ser liberados fueron amenazados: si contaban lo sucedido, sus papás serían castigados por los policías.
El nacimiento del fervor matriotero del Viscoderm coincide con la monstruosidad perpetrada por la Vicefiscalía, a la que debemos agregarle la complicidad del DIF carmelita, encabezado por la esposa del alcalde Oscar Rosas, Viridiana Suarez, que organizó una conferencia de prensa dos días después de los hechos con la única intención de encubrir a los policías ministeriales y minimizar el trato humillante hacia las criaturas.
El tercer evento que encaja con la heroica promesa de Aysa de acudir a la zona final de Campeche a jugarse la vida por cada centímetro de tierra es el reporte de la Auditoría Superior de la Federación, que día a día acumula ceros al desfalco de Moreno Cárdenas, un saqueo sistemático, monumental y mortal por necesidad para una entidad que Fernando Ortega había dejado en agonía.
Me es difícil establecer cuál de todos los capítulos anteriores es el responsable de los arrebatos marciales del Viscoderm, o si fue la acumulación la que lo arrojó en los brazos del absurdo y, con él, a las rémoras de su gobierno. Lo que es un hecho es que el pleito con Q. Roo, solventado hace casi 7 años, nada tiene que hacer aquí salvo servir como distracción a la opinión pública, o tal vez ni eso; tal vez todo este episodio es sólo una de esas vueltas a la infancia que son comunes en la vejez y lo que estamos viendo es al general Napoleón Aysa jugando a la guerra con sus soldaditos de plomo.
Besitos.
Tantán.
La imagen es una pintura inédita del general Aysa en la frontera con Q. Roo, preparándose para la batalla contra un comando de élite compuesto por springbreakers.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.