Hace un año, Raúl Pozos era un caudillo hecho de gel, sonrisas y morisquetas, que apadrinaba desde bautizos hasta velorios, se tomaba selfies con inusitado frenesí y organizaba unas comidas de no mamen.
Hace un año, los seguidores de Pozos asolaban las redes sociales tratando de convencernos de que las pesadeces de su candidato eran exquisitas, en cambio Alito no era más que un delincuente peligroso, tóxico, cruel e inmoral.
Luego, el dedazo.
Ahora nadie sabe nada de Pozos. Algunos incluso han frotado un pomo de gel para el cabello a ver si se aparece. Y muchos de sus seguidores andan tras el tóxico e inmoral Alito, el delincuente, humillándose con la esperanza de no perder el estatus burocrático. La quincena antes que la dignidad.
Pobres, no entienden que no tienen cabida en ese proyecto. No entienden que de llegar Alito al Cuarto Piso, va a patearlos sin descanso ni misericordia sin importar cuántas veces le hayan lamido pie, pantorrilla, muslo, callejón y huevos.
Tal vez no sea rencor lo que mueva a Alito, sino simple estrategia política. Para que su grupo prevalezca los 24 años que pretende, le urge exterminar a sus adversarios.
Por eso el boicot contra Garo. Porque Alito sabe que de ganar Hernández el Ayuntamiento se convertiría en salvavidas de puruxistas y pocistas, y eso no es viable.
Por eso el fuego amigo contra Miguel Sulub, porque es el último murmullo de Fernando Ortega y es mejor silenciarlo.
Pero les hablaba de otra cosa. Voy de vuelta.
Un año después, Pozos no tiene problemas. Le quedan tres en el Senado para rasguñar lo que pueda y continuar abultando su cuenta bancaria. Pero me entristecen sus seguidores. Cuando Alito se los sacuda no tendrán ni siquiera el consuelo de acudir a su líder, que si como precandidato era miserable cual personaje de Balzac, imagínenselo ahora que ya no le queda hueso que perseguir.
Pobres, no van a contar con Pozos ni para apadrinar el velorio de sus esperanzas burocráticas.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.