Como Alito Moreno y muchos otros antropoides políticos de similar calaña, Layda Sansores suscribió un contrato con una empresa privada para la renta de patrullas destinadas a la seguridad de su alcaldía, la Álvaro Obregón en la CDMX.
Un ciudadano suspicaz, quizá no muy convencido de la honestidad de Layda desde aquellos días del Palacio de Hierro y la cafetera de 32 mil 939 pesos, solicitó la información de las patrullas y el listado de placas de cada unidad; la administración de doña Layda contestó afirmativamente a la solicitud pero pidió una ampliación de nueve días para entregarla. Finalizó el plazo y el ciudadano, al igual que los campechanos durante el sexenio de Fernando Ortega, no encontró ni información ni rastro de Layda, “La Salomé del Trópico”.
El ciudadano elevó su queja ante el Pleno del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública, Protección de Datos Personales y Rendición de Cuentas de la Ciudad de México (INFO), y esta determinó exigirle a la alcaldía atender la petición e inmiscuyó a la Secretaría de la Contraloría General de la Ciudad de México para que participe en este festival.
Esta información apareció en varios medios nacionales el 27 de octubre y hasta ahora no ha surgido ningún otro dato. Confieso que me urge el desenlace de este drama porque tengo la sospecha de que al saberse el nombre de la empresa arrendadora, y de sus propietarios, y que tal vez el número de placas no coincide con el de patrullas arrendadas, y que el costo por unidad es como de cafetera del Palacio de Hierro, confirmaré lo que tanto he temido: que el color de cabello de Layda no es natural.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.